Futbolista de arte y ensayo, creador por antonomasia, esencia y fragancia del fútbol bien jugado. Su clarividencia asombraba, con acciones sublimes que producían peculiares estados de euforia. Su singularidad técnica llevaba a la armonía: El regate, la conducción, el control orientado, la finta impensable, el tiro, el pase… ¡Oh, Dios!, sus asistencias producían éxtasis. Debió ser la musa de Valdano la que definió aquella ecuación (T+T=T), traducida como Talento más Técnica al servicio del toque es igual a Triunfo. Decía Cruyff de Laudrup que éste sólo disfrutaba si tocaba veinte balones, con tres se aburría. Lúcido y fecundo en la innovación, jugaba al “yo-yo” con la pelota, hamacándose, meciéndose con finura entre contrarios. Amagues perfilados y regates con paso añadido, “rebozando” el balón hacia dentro y lejos del defensor. Su celebre “croqueta”, de pronto, como si el balón se convirtiera en una gota de mercurio, aparecía un pase preciso sobre la trayectoria del compañero desmarcado entre espacios no imaginados del tupido núcleo defensivo.

Aunque la precisión se identifica con lo rectilíneo, Laudrup aportaba caminos impensados, trayectorias amorfas, flexibles, increíbles. Sabía elegir como nadie porque veía mejor que ninguno con su mirada “periscópica”. La transfiguración del movimiento muscular por la inteligencia nos permite hablar de su poética. ¿Exageramos si decimos que Laudrup era un poeta del fútbol? Numerosas veces vi escrito en periódicos y revistas que el danés jugaba con smoking, que lidiaba como los buenos toreros dando pases “mirando al tendido”. Se da todo por sabido, por entendido, pero muy pocos saben explicar las acciones de Laudrup, menos describirlas y por supuesto casi imposible ejecutarlas. Sus pases ubicuos, su técnica, su carácter pausado, es posible que se forjara en aquel equipo señorial de la Juve cuando vino de Fredriksen, su pequeño pueblo natal cercano a Copenhague, jugando nada más y nada menos que con Platini. Aquel joven Michelino de 18 años que después maduró en el Barça de Cruyff o, posteriormente, en el Real Madrid de Valdano.

Nadie sabe explicarme en detalle “La Croqueta”. Lo más parecido lo relata algún cocinero que la describe como un plato culinario sencillo, una especie de picadillo bien de jamón, carne, pescado, huevo, etc., de forma redonda u ovalada, ligado con besamel, se reboza en huevo y pan rallado y se fríe en aceite abundante. De momento, saco dos conclusiones sobre la acción técnica futbolística: Puede ser “redonda” y también que “se reboza”. Como acción técnica futbolística, de manera sencilla, la describimos como un regate que consiste en desbordar a un jugador contrario llevando el balón pegado a un pie y, ante el acoso del rival, cambiar la dirección del esférico con un movimiento rápido llegando éste al otro pie y seguir avanzando. Una especie de “uno-dos”, o de un “yo-yo” con cambio de posesión al pie contrario, sobrepasando con este engaño al jugador contrario.

Pero hubo un jugador español, desarrollado en otro medio y a mucha distancia geográfica de Laudrup, que fuera capaz de practicar regates persistentes, croquetas al cubo, haciendo filigranas lo más parecido a Garrincha. Estamos recordando a Onésimo, jugador que fue del Valladolid e incluso llegó a jugar en el Barcelona. Un rey del regate multiplicado para desesperación de los defensas, alguna vez también de sus propios compañeros y de su entrenador, que veían pasar el balón de una pierna a otra y nadie acertaba a quitársela. Cuando entrenó al Valladolid B, en la temporada 2006/2007, aconsejaba a los suyos en un entrenamiento: “Ese regate está bien ahí, pero dentro es más complicado… El fútbol es libre, pero hay que saber jugarlo. No se puede regatear en todas las partes del campo. Yo regateaba arriba, aunque luego tuviera fama de chupón o de anárquico”. Porque pasarse la pelota de un pie a otro para eliminar a un contrario parece sencillo pero si no se tiene hábito, si alguien lo intenta en su casa, comprobará que sus pies se pueden entrecruzar y sus huesos pueden acabar en el suelo hechos un ocho. Onésimo, el jugador peonza, lo hacía muy bien; llevaba el balón como atado a una cuerda y pasaba a los defensas como si fueran de aire interpuesto.

Diseccionando movimientos, podríamos relatar de esta manera la ejecución de una “Croqueta”: A balón controlado, avanzaban hacia el defensor, primero de frente a pasitos cortos alternando las miradas al cuerpo delante de ellos como del mismo balón; ya muy cerca del contrario, daban un paso añadido con la pierna inhábil la izquierda, se perfilaban, ponían la cadera por delante dejando más atrás la pierna de conducción, tocando y sintiendo suavemente el balón, sin perder ese contacto tan próximo… En el mismo momento de la entrada al balón del defensa, el balón era recogido con el interior del pie, como envolviéndola hacia el centro del cuerpo, “rebozándola” por el suelo, precisamente en ese mismo momento la pierna de avance y de contacto con el balón queda por delante y más próxima al defensor protegiendo el balón… ¿Protegiendo el balón cuando se pasa por la cara del contrario?

Pues efectivamente, justo en ese instante el futbolista juega al “yo-yo” con el balón ofreciéndolo y quitándolo en un mismo acto. Entregando el móvil a la pierna de atrás que ahora es la pierna izquierda y donde el defensor ya no puede alcanzarla; para darle salida a una distancia ya imposible de llegar… Es un simple “uno-dos”, un pase de pierna a pierna, pero con los cambios de perfil señalados para que el contrario quede rebasado y con una especie de “juego de diabolo” sorteando además al defensor que acabará encontrándose a la espalda del atacante. Si no envuelves el balón “rebozándolo” como si de hacer una croqueta se tratase, primero en el pan rallado y después en el batido de huevo, el defensor lo tendría más fácil. De hecho, en el segundo movimiento del cuerpo del conductor del balón sirve también para encadenar un segundo regate a un nuevo defensor que a veces trata de hacer coberturas al defensor inicial.

Laudrup y Onésimo son mis prototipos de jugadores dominadores de esta acción y han marcado escuela. Si tuviéramos que definir, de manera ortodoxa esta acción, en esta figura técnica se mezclan figuras de control, ya clásico como orientado, paradas y amortiguamientos, conducciones lejos del contrario, superficies de contacto diversas, habilidades tanto estática como dinámica y una panoplia de detalles técnicos que es de difícil catalogación en los manuales ortodoxos de técnica. Más de una vez, al borde del área, entre dos defensores, han sido capaces de atacarlos a los dos ofreciendoles el balón por delante, corriendo casi lateralmente previa una zancada amplia con paso añadido y sin perder con el rabillo del ojo el contacto visual y técnico con el balón, transfiriendo su esquema mental como quien hace un slalom sincronizado y con un “tuya-mía” entre pierna derecha e izquierda, siempre con habilidad magistral.

Por eso, a mi me lo parece, “La Croqueta” más bien parece un ejercicio de prestidigitador porque su autor te la enseña, te la quita, se la lleva, la reboza, te la vuelve a enseñar, la recoge de nuevo con el interior del otro pie, y acaba el “rebozado” completo enfrentándose al gol como objetivo máximo, si es que en dicha borrachera de regates no perdieron la cabeza en el camino.

MAROGAR

Sezione: Editorial y Opinión / Data: Mi 20 febrero 2008 a las 14:49
Autore: Redacción esFutbol
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