Lamine Yamal o la necesidad vital 'culé' de crear "becerros de oro"

07.05.2025 01:04 de  MAROGAR .   ver lecturas

      Sin duda, el Barcelona Club de Fútbol actual necesita sobrevolar sobre asuntos públicos complejos como fueron la pérdida irreparable de Messi en su plantilla, oscurantismo sobre el cumplimiento de las normas de "Control Financiero" y sus indescifrables palancas económicas, así como el "affaire" de la autorización impensable del futbolista Olmo contraviniendo  todas las normas de la FEF y de "LaLiga" superados por una misteriosa autorización del CDS... Y, principalmente, sobre un asunto "mafioso" como el de Negreira que data hace más de 20 años y que ya se alarga su resolución más de la cuenta sin sentencias firmes.

Desde los despachos de Cámara y las redacciones de algunos medios catalanes, se viene produciendo una curiosa liturgia: la necesidad compulsiva de generar un nuevo ídolo cada vez que el anterior se apaga o se marcha. Se fue Messi y no hubo duelo, ni espera, ni maduración: se invistió a Ansu Fati con el aura del heredero. El "10" no pesó, se repartió como si bastara con encarnar un número para heredar un imperio. Pero el fútbol, que no entiende de narrativas impuestas, le mostró el lado cruel de las lesiones. 

Hoy, el nuevo "Becerro de Oro" del Barcelona se llama Lamine Yamal. Su talento es incuestionable, su desparpajo, admirable. Pero ya se oyen coros que lo proyectan al "Balón de Oro", se le exige marcar una era, y hasta se le recorta la adolescencia para que encaje en la épica. A pesar de que Gerard Piqué aseguró, sensatamente, que "no habría jugado en nuestro equipo", señal de que ni siquiera dentro del barcelonismo se digiere bien la velocidad con la que se canoniza al joven extremo. El problema no es Lamine, como no lo fue Ansu. El problema es la prisa por fundar religiones sin liturgia. El fútbol, como la vida, necesita tiempo, recorrido, caídas, resurrecciones. La fabricación en masa de ídolos a corto plazo no deja espacio para la formación ni la verdad: solo importa el impacto inmediato, el titular el lunes.

La idea de usar a Lamine Yamal como principio mitológico y a figuras como Ronaldinho, Neymar o Dembelé como muestras del ciclo de glorificación y desecho es muy potente. Lamine es el becerro reluciente, el FC Barcelona siente la necesidad de fundar un nuevo dios. No uno humano, falible, forjado en los errores, sino uno precoz, reluciente, ungido por el aura de la diferencia. Esa necesidad no es casual: es identitaria, responde al deseo de distinguirse no solo en la victoria, sino en el relato. De hecho, para mí, el mayor defecto de Lamine es que todas las acciones que propone quiere que sean "genialidades" y ese camino es equivocado.

Lamine ha sido entronizado antes de tiempo. Ya no se habla de que juega bien, sino de que es "único", "irrepetible", "Balón de Oro en ciernes". El fútbol ya no se le exige: se le agradece. Pero bajo esa glorificación acelerada se esconde una trampa cruel: la de convertirlo en símbolo antes que en futbolista. Antes que él hubo otros: Neymar, Dembelé y Ronaldinho, todos fueron anunciados como salvadores, y todos, de formas distintas acabaron convertidos en piezas incómodas o directamente borradas del altar. 

Ronaldinho es la prueba de que en Barcelona se ama más el símbolo que el hombre, más la figura idealizada que la historia concreta. Lo mismo con Neymar con su ambigüedad emocional; o Dembéle con su fragilidad de cristal y su caos táctico, siguieron rutas parecidas. Fueron "becerros de oro" en su momento y luego simplemente figuras olvidadas e incluso incómodas. Quizás el destino de Lamine ya esté escrito, o quizás él logre romper este ciclo. Pero confirmar mi opinión de que no hay mayor peligro para un futbolista joven que ser convertido en mito antes de jugar 100 partidos reales.

Una elemental prospección del fútbol mundial nos permite conocer a muchos más jugadores que Lamine, nacidos entre 2005 y 2007 que ya están mostrando condiciones comparables, e incluso superiores en algunos aspectos. Citamos a Estevao Willian "Messinho", del Palmeiras, zurdo, con un repertorio técnico aún más variado que el barcelonista, capacidad innata para el desborde y una visión creativa superior. Warren Zaïre, PSG, centrocampista ya titular en Champions y convocado por Deschamps, su madurez y peso competitivo son superiores para su edad a Lamine, son Kenan Yildiz, Juventus, mediapunta de gran visión y carácter, internacional absoluto. Combina potencia y pausa. Puede ser más completo en tres cuartos de campo. Paul Wanner, Heidenheim, zurdo técnico, versátil, con gran comprensión táctica, menos explosivo que Lamine, pero más sólido en su madurez y lectura de juego. Desiré Doué, PSG, interior/extremo muy potente y técnico, más físico y menos refinado que Lamine, pero con un ritmo de juego más europeo, jugando con continuidad en Ligue1. Arda Güler, zurdo también, con calidad técnica exquisita. Más cerebral que Lamine y haciéndose con un puesto de titular en el Real Madrid. Todos ellos compiten con adultos y responden con rendimiento, los muchos periodistas que suben a los cielos a Lamine seguramente desconocen a estos jugadores citados.

      En definitiva, no es malo tener ídolos,  pero es malísimo idolatrarlos.

      Salamanca,  7 de mayo de 2025.