Hansi Flick, otro entrenador de fútbol “silencioso”.
Flick representa una forma de liderazgo moderno, con raíces profundas en la comprensión del juego y del futbolista como ser humano.
Algunas ráfagas representativas de su estilo de juego:
Dominio del “juego de cinco segundos”. Flick ha sido uno de los grandes intérpretes de un principio heredado de Jürgen Klopp: la transición tras pérdida. Pero a diferencia de Klopp, Flick no lo convierte en un dogma físico, sino en una disciplina colectiva. En el Bayern, su equipo recuperaba o frenaba la progresión rival en menos de 5 segundos tras perder la pelota. Esa lectura de los momentos del juego le permite que sus equipos vivan en campo contrario, sin morir por exceso de riesgo.
Estructuras ofensivas cortas, pero anchas. Sus equipos forman una estructura que facilita el pase rápido entre líneas, pero exige amplitud extrema con laterales muy profundos o extremos bien abiertos. Esto genera superioridades no por acumulación, sino por geometría del pase. Flick no llena el campo de jugadores; lo llena de líneas de pase útiles. Y esto, aunque suene abstracto, es una de sus firmas tácticas más fuertes.
Confianza radical en el talento. En el Bayern de Flick, Thomas Müller resucitó como figura central; también lo hizo Goretzka como llegador, y Alphonso Davies explotó como un “wild card “ en la izquierda. Flick no necesita convencer a los jugadores a través del grito o el castigo. Crea confianza devolviéndoles protagonismo. Esta psicología positiva es una herencia de la escuela Löw, pero más eficaz y menos decorativa.
No es rígido, sino concreto. Flick no es de pizarras eternas. Es práctico. Los planes de partido tienen 2 ó 3 ideas claras, no 12 consignas que se pierden en la cancha. Sabe leer los contextos y adapta su equipo sin destruir su identidad. No es doctrinario como Tuchel ni tan controlador como Guardiola. La suya es una inteligencia táctica que respeta la libertad del jugador sin abandonar la intención colectiva.
Estilo agresivo sin caos. El pressing alto de Flick es una herramienta, no un fin. No presiona por presionar. Su intención es provocar el error en el primer o segundo pase del rival. Por eso, el bloque se activa cuando se percibe una mínima ventaja posicional. Esto requiere una coordinación brutal, y la consigue sin caer en el desorden. Flick no hace correr por correr: hace correr con motivo.
Gestión emocional sin paternalismo. Flick logra que los jugadores le respeten, pero no por temor. Ni paternalista ni distante, su autoridad viene de la claridad y la coherencia. No dramatiza. No quema jugadores tras un error. Y eso construye un vestuario unido, donde el talento se siente valorado y los suplentes mantienen la implicación.
Herencia y ruptura: sabe a quién traiciona. A pesar de haber sido segundo de Löw y técnico de formación en Alemania, Flick no se casa con el “tiqui-taca” germánico. Rompe con esa estética sin desechar sus ventajas. Combinando pressing, verticalidad, y construcción pausada según el rival. Sabe cuándo no parecer alemán le conviene.
Hansi Flick no es un entrenador revolucionario, pero sí es un “perfeccionador de estructuras”. Su fútbol es emocional sin ser caótico, ofensivo sin ser suicida, flexible sin ser indeciso. Apuesta por el juego ofensivo, pero con cálculo. Por eso, donde llega, mejora jugadores, potencia estructuras, y genera identidad sin “slogans”.
Se repiten rasgos menores como su puntualidad o el gusto por provocar fueras de juego. Pero esas son anécdotas. Las verdaderas razones de su impacto como entrenador son más profundas, más invisibles, más decisivas. Aquí están las claves contundentes que explican su éxito real.
Desde su llegada, Flick ha enfatizado la importancia de la preparación física, integrándola con el trabajo técnico y táctico. Ha introducido dobles sesiones de entrenamiento centradas en ejercicios físicos con balón, buscando mejorar la forma física sin descuidar la técnica.
Salamanca, 17. julio. 2025.