“El falso 9, reinventado”. 14 de n/.
“Alfredo, no juegues tan en punta, lejos de nosotros. Si te juntas con nosotros, será mejor para el equipo”. (Pedernera).
(…) “Y el propio Cruyff lo había aprendido dos décadas antes, cuando Rinus Michels le convirtió a él en “falso 9” del Barça y de la selección neerlandesa. La imitación, por último, fue siempre otro de los grandes motores de la evolución. En este caso, no se puede entender a Alfredo di Stéfano como gran “falso 9” del Real Madrid sin recordar su larga batalla personal por parecerse a Adolfo Pedernera, primero, en River Plate y, más tarde, en “Millonarios” de Bogotá, donde el propio Pedernera - desde su rol de “falso 9” - le aconsejaba que se retrasara de la posición de punta: “Alfredo, no juegues tan en punta, lejos de nosotros. Si te juntas con nosotros, será mejor para el equipo”. La imitación fue también lo que llevó al Manchester City a implantar el “Plan Revie” a partir de 1954, basado en lo exhibido por Hidegkuti con la selección húngara un año antes”. Lees esto y razonas, ¿de donde sacaron los más expertos que el padre del “falso 9” había sido Guardiola?.
(…) “Tampoco es casualidad, sino mimetismo, la coincidencia histórica de Pelé, Kopa, Eusebio o Bobby Charlton como formidables “falsos 9” entre 1958 y 1966. Confirmamos de esta manera que, si bien la intuición primero y la reflexión después han sido siempre las grandes semillas de la innovación en el fútbol, los procesos de implementación de un nuevo concepto también se ven propiciados, e incluso acelerados, por otros estímulos como son la transmisión hereditaria, la inspiración ideológica o la simple imitación del fenómeno. “La adecuación dentro del entrenamiento de estos estímulos consiste en crear contextos que conviertan hábitos, por repetición, en costumbre inconsciente.”
(…) “No es extraño que una gran parte de los “falsos 9” se hayan agrupado en unos focos concretos: Peñarol de Montevideo (Piendibene, Matoso Feitiço, Lago, Guzmán), Hungría (Turay, Sárosi, Palotás, Hidegkuti, Szusza, Tichy), Austria (Gschweidl, Sindelar), Bury FC (Bullock, Matthews y su derivación a Suecia con Raynor), River Plate (Ferreyra, Pedernera y el legado de Di Stéfano), Manchester City (Tilson, Brook, Williamson, Revie y, recientemente, Sterling, Bernardo, Foden, Mahrez, De Bruyne), F. C. Barcelona (Cruyff, Laudrup, Messi). En todos ellos se ha combinado el efecto de la transmisión del conocimiento y la imitación del fenómeno exitoso”.
(…) “Quizás el aspecto más chocante de la fecunda historia del “falso 9” sea la reducida capacidad del fútbol inglés para observar, comprender, asimilar y aceptar esta función que se desarrolló tan a menudo en sus propios terrenos de juego, promovida por algunos de sus jugadores y entrenadores, empleada en sucesivas épocas por otros tantos futbolistas, descrita por algunos de sus mejores escritores y, sin embargo, nunca interiorizada, ni vivenciada, casi ni comprendida, aunque sí fueron padecidas sus consecuencias”.
(…) “La más explosiva y notoria de ellas, la sufrida ante Hungría en 1953 en el corazón de Londres, pero no solo en aquella ocasión. Baste recordar cómo el papel de Leo Messi en su calidad de “falso 9”, durante las dos finales de “Champions League” que enfrentó a FC Barcelona y Manchester United en 2009 y 2011, resultó demoledor y paralizante para el campeón inglés, como si le hubiera pillado por sorpresa en ambas ocasiones”.
(…) “De manera asombrosa, el fútbol de Inglaterra ha vivido siempre de espaldas al “falso 9”, pese a haber sido actor esencial en su creación y desarrollo. No hay explicación alguna a este hecho. Podríamos pensar que se debió a la tendencia humana al escepticismo frente a cualquier innovación que le sorprenda o intimide, pero quizá la única explicación posible es que fueran cegados por un conservadurismo recalcitrante, una de las señas básicas de identidad del fútbol inglés, como denunciaron de forma continuada entrenadores como Hogan o Raynor, observadores como Meisl o Lodziak, exjugadores como Joy o Buchan, o periodistas como Sharpe o Glanville”.
(…) “Quizá dicho conservadurismo ha sido como una venda permanente en los ojos que ha impedido la comprensión del fenómeno del “falso 9”. Es cierto también que algo parecido podríamos decir de Uruguay, cuna del “falso 9”, así como de otros países donde surgieron felices intérpretes del delantero mentiroso, pese al reiterado desconocimiento local”.
La mayoría de la gente del fútbol siempre piensa que el entrenador, en los descansos, hace reaccionar a sus equipos a base de “broncas”, “medio insultos” y procedimientos antiguos de motivación entre los que entran “voces”, “revuelos”, y “Santiaguinas” como se cuenta que alguna vez Santiago Bernabéu entraba en el vestuario para “alentar” a los suyos con frases rimbombantes que hacían reaccionar al colectivo.
En mis tiempos de entrenador ya nos aconsejaban que las “charlas prepartido” fueran cortas, concisas, y centradas en cuestiones fundamentales, pero nunca más allá de los 10 minutos. A partir de ahí, el jugador ya no te escuchaba y cada uno estaba en su mundo.
Hace poco conocimos que Carlo Ancelotti había recurrido a un “Gurú” para mejorar sus charlas en los descansos. “Eamon Devlin, que asesora a cuatro equipos de Champions para pulir el uso de los intermedios en el vestuario, trabajó en octubre en Valdebebas con el cuerpo técnico del Real Madrid” (ElPaís, 2. enero.2025, David Alvarez).
(…) “Carlo Ancelotti fotografió a finales de octubre en Valdebebas con un antiguo abogado norirlandés de 46 años y con el búho de peluche que le acababa de regalar. No se trataba de un aficionado a la caza de un fondo de pantalla. A este tipo con una modesta trayectoria como entrenador de fútbol gaélico le habían llamado a la ciudad deportiva del Real Madrid. Eamon Devlin ofrece consultoría sobre un tramo muy específico del fútbol, el descanso, los únicos 15 minutos en los que el balón no está en juego entre que el árbitro pita el principio y señala el final. Ha entrevistado a decenas de entrenadores y jugadores y ha concluido que en ese rato se hace casi todo mal: tensión, caos y demasiadas palabras”.
(…) “La charla del descanso dura una media de cinco minutos y 30 segundos, unas 770 palabras”, explica a través de una videollamada. “Le preguntamos a los entrenadores: “¿Recuerdas lo que dijiste? Si tú no lo recuerdas, ¿cómo van a recordarlo los jugadores?”. Cuando trabaja con sus clientes en Inglaterra, Alemania, Italia y España, entre los que hay cuatro equipos de “Champions”, se esfuerza en convencerles de que hablen solo 60 segundos. “Intentamos que usen más elementos visuales. Cuando estás cansado, no es buena idea usar solo palabras”.
(…) ”También ve contraproducente la tensión extrema bajo la que sucede todo en el vestuario. “Es un momento de muchísima presión a contrarreloj. Hay situaciones similares, como las urgencias de un hospital, adonde llegan pacientes constantemente. O los controladores aéreos. Estas situaciones requieren protocolos, y en todas se usa un lenguaje calmado; nunca alterado. Nunca. La comunicación efectiva no incluye el enfado”.
(…) “Los técnicos que acuden a Devlin - ”los buenos entrenadores piden ayuda”, dice- lo hacen porque han detectado alguno de estos tres problemas: “Mis descansos son un caos, no hay estructura; los jugadores no me escuchan, no me hacen caso; y el tercero, el más habitual últimamente, mis jugadores se quedan en silencio, no dicen nada”. Cuando el consultor llega a un lugar como Valdebebas, dedica las primeras horas a hablar con el entrenador, a ver algunas de sus charlas, a observar las dinámicas y a entrevistar a varios futbolistas. “Si preguntas a los entrenadores qué es lo más importante en el descanso, la mayoría dirá que los cambios tácticos, es decir, la charla. Si preguntas a los jugadores, dirán: comida, agua, descanso, recuperación, sentirse a salvo, estar con mis compañeros, y luego los cambios tácticos. En el descanso, los futbolistas se sienten cansados, solos y con mucha ansiedad”.
(…) “Devlin, que estudió psicología cuando dejó su bufete tras una profunda crisis personal, ha visto que la tensión empieza a crecer antes del descanso. Por eso cree que los entrenadores deberían ver el primer tiempo desde la grada, como en el rugby. “Muéstreme un jugador al que le guste que le griten desde la banda. Un lateral inglés me contó que juega mejor la mitad en la que el entrenador está en la otra banda”.
(…) “Cuando el árbitro los envía al vestuario, Devlin dice que lo primero que debe hacer el técnico es comer. “Intentamos que los entrenadores se sientan menos estresados dándoles comida. Los niveles de glucosa de su cerebro caen durante el partido. Cuando comen algo, se tranquilizan. La respiración se ralentiza, porque para comer tiene que ser regular”.
(…) “El “feedback” más valioso es el de un compañero; no el del entrenador. Si el entrenador es duro, el jugador tendrá una de estas tres reacciones: no le escucha, le dirá estás equivocado y te lo voy a demostrar, o pueden aceptarlo, aunque pocos lo hacen. Pero si es un compañero, es más probable que le crea”.
(…) “Además recomienda que en la sala haya muy poca gente. “El dueño está ahí, el presidente está ahí, un patrocinador… Dicen, no importa, no están hablando. Pero solo porque alguien no hable no significa que no esté comunicando”.
(…) “En los dos días de trabajo que suelen durar sus sesiones en los clubes, Devlin deja incluso recomendaciones sobre la ropa de los técnicos o cómo resetear a los futbolistas cuando no les sale nada, por ejemplo, obligándoles a cambiarse las medias al llegar al vestuario. En resumen: menos cháchara y más orden. Y un búho de peluche como el de Ancelotti para los entrenadores, cuyo significado, como otros detalles protegidos por acuerdos de confidencialidad, se resiste a revelar”.
Lo que hemos leído va contracorriente de lo que la generalidad del fútbol piensa respecto a la manera de que los entrenadores se dirigen a sus futbolistas, romperá muchos esquemas mentales, son esas verdades que nos resistiremos a creer. Yo tuve un entrenador, era bueno, que tanto antes de los entrenamientos como de los partidos, nos daba unas charlas “eternas” de más de una hora. Y recuerdo que ya nos cachondeábamos de todo, dicho sea de paso, el entrenador era muy ameno y le gustaban las “gracietas” así como los chistes que fabricaba con anécdotas de partidos de fútbol que llegamos a aprender de memoria, aunque él no lo recordaba por lo mucho que se repetía. Daba lugar, también, a que lo desnudásemos porque le gustaba vestir de traje elegante, muchas veces, los pantalones se los sujetaba con una corbata. En fin, acabábamos fijándonos en lo insustancial.
4.Setiembre.2025.