EDITORIAL: EL FUTBOLISTA, ¿NACE O SE HACE?

11.04.2007 23:40 de  Redacción esFutbol   ver lecturas

Este tema siempre está abierto y es opinable… Es la eterna discusión. En realidad ninguna teoría es científica hasta el punto de que las dudas queden despejadas totalmente. Por mi parte, nunca he creído en la predestinación (Evito los tintes religiosos) y no me inclino a pensar que el jugador nace y ya está… ¡Jugador de fútbol por genes, por decreto…!

Sin embargo, las características genéticas serán el punto de partida. Un lanzador de peso, un jugador de baloncesto, deben reunir unas cualidades básicas para emprender su cometido fundamental. Si Roberto Carlos, el lateral izquierdo del Real Madrid, se hubiera empecinado en jugar al fútbol ocupando posiciones centrales en defensa, o de delantero centro, o de portero, a estas alturas no jugaría ya al fútbol. No digamos si hubiera querido jugar al baloncesto las dificultades que se le habrían presentado.

Esa es la gran ventaja del fútbol porque para determinadas funciones la genética no condiciona. El fútbol permite aflorar jugadores maravillosos como Maradona aunque su altura esté alrededor de 1’65 metros ya que eligió el deporte adecuado. Sin ir más lejos, en España triunfó también Butragueño quien declaraba en una ocasión que el Real Madrid estuvo a punto de descartarlo por ser “demasiado bajito”.

Reiterar por tanto que es muy arriesgado asegurar, de salida, que se nace fontanero, sacerdote, entrenador, ama de casa o líder universitario. El golpe de vista funciona a veces pero la mayoría falla. Estoy más de acuerdo con la percepción de que el futbolista se hace. Aceptando que el “producto” será siempre mejor si partimos de unas capacidades innatas. Mi filósofo de cabecera José Antonio Marina me clarifica algunas ideas en “El vuelo de la inteligencia”: “No podemos olvidar que la inteligencia de cada uno de nosotros tiene una base genética. En personas sanas se ha evaluado que la influencia genética y la influencia educativa influyen a partes iguales, lo que no es mucho decir”.

¿Podríamos convenir, entonces, que un jugador de fútbol nace y se hace al 50%? Marina matiza aún más: “Hay un proceso de construcción de la propia inteligencia. Nadie construye sin materiales dados. Pero nadie construye inteligentemente sin una idea de lo que quiere construir”.

Sabemos que muchísimos jugadores se habrán perdido en el camino porque no tuvieron afición suficiente; o también porque ciertos entrenadores no supieron desarrollarlos; incluso no acertaron a influirles lo suficiente para orientar sus carreras… La vida misma. Incluso jugadores limitados, mediocres diría yo en su primera fase de formación, han logrado superar fuertes carencias con entrega, sacrificio y continuidad. También hay jugadores de fútbol que no son especialmente técnicos pero tienen una lectura del juego superior a los demás compañeros, por lo que su visión táctica puede ser muy válida en momentos selectivos de los partidos.

A los buenos jugadores los distingue cualquiera. Pelé reconocía en un libro suyo la importancia del trabajo para mejorar las condiciones básicas. Venía a reconocer que el jugador se hace más que nace. Y en un vídeo sobre Zidane, éste reconocía en una charla con Ronaldo que de niños habían tenido compañeros mucho mejores que ellos mismos. Garrincha no tenía “pinta” de jugador y pocos auguraban de niño lo que luego fue capaz de aportar al juego. Hay miles de casos de estas historias donde el “ojo clínico” falló estrepitosamente. Pero también hay casos en contrario.

Creo más en lo que se hace día a día, en un buen entorno de aprendizaje, que en el jugador que “lo tiene todo” y se queda en nada por exceso de facilidades. Todos conocemos algún personaje que no cumplió las premisas de José Antonio Marina: “Sólo la acción continuada, tenaz, inteligente, nos cambia…”

Quizás ahí esté el misterio del nacimiento, crecimiento y culminación de un buen jugador de fútbol. Con un mínimo de condiciones, si se quiere se puede. Y con un máximo de cualidades, no se puede si no se quiere.

MAROGAR