Regatear o gambetear, renuncia imposible en el fútbol. 1 de 2.
“El gran estilo nace cuando lo bello obtiene la victoria sobre lo enorme”. (Nietzsche).
Leí en el Panenka que “Se va la gambeta, se muere el fútbol”. Y escribe Jordi Cardero (19.05.2021): “En las calles nacían supervivientes al arte del engaño, del regate. Pero los hábitos han cambiado y cada vez son menos niños los que viven la cultura de potrero”. Claro que yo me identifico con aquella visión, en el Barrio de Garrido (Salamanca) en el entorno de la Parroquia de Fátima había solares, alguno de ellos como “La Dulia” al lado de las “Casas de los Ciegos”, o “Los Palos” enfrente de la carbonería de Juanito. Un poquito más arriba el “Campo de la Campsa” donde había que regatear también a los postes con “cables para la luz”. El balón botaba como Dios le daba a entender y no manteníamos un control sereno y permanente por cuanto la tierra se llenaba con facilidad de restos de ladrillos, piedras rollizas y todo tipo de desecho de zanjas, obras, etc.
Escribía Cardero: “El fútbol terminaba cuando el propietario del balón se marchaba enfadado o lo llamaban a cenar. Las tardes nacían con la llegada de la pelota y morían con su adiós, siempre prematuro. El parque, el potrero o la plaza promocionaban la ingeniería de la imaginación para ver dibujado en la arena el tapete verde de nuestro estadio favorito. Y hacer de árboles, piedras y camisetas la mejor de las porterías. Aquel fútbol de rodillas peladas y parches en los pantalones nos ha ido dejando y se ha llevado con él el regate, la gambeta. En algunos lugares hasta han prohibido el balón. Pretenden dejarnos como herencia un fútbol más triste y menos mágico”.
Sin duda que en la calle se aprende un fútbol distinto, menos táctico, menos previsible, menos organizado. Pero ahí está la gracia… No es que todo fuera trasladable a la realidad, de ninguna manera yo aprendí ni lo intenté aquello que hacía “El Negri” cuando después de un regate podía llegar a “hacer el pino” apoyándose en el suelo con sus brazos y los pies mirando al cielo manteniendo equilibrios; o aquellos controles sin parar de mi amigo Vicente del Bosque, ya dominador del cuero en su corta edad que no dejaba caer por mucho que lo atosigaras en un marcaje; o los “esprines” sin fin que Sera conseguía con su velocidad quebrada… Algo así como decía Jordi Cardero: “Un sombrero de Pelé, la cola de vaca de Romario, una “lambretta” de Djalminha. En la calle se aprende un juego distinto. En los parques el balón habla otra lengua y tan solo unos pocos consiguen domarla y trasladarla al verde. En las calles nacían y crecían supervivientes al arte del engaño, del regate. Pero los hábitos han cambiado y cada vez son menos niños los que viven la cultura de potrero. “El mundo occidental no da tantas horas para salir a jugar, hay menos horas de aprendizaje libre”, dice Albert Puig, que trabajó durante once años en “La Masia” y la dirigió en sus últimas cuatro temporadas en Barcelona”.
(…) “Nacen menos regateadores y el fútbol llora. El olvido del fútbol callejero y la apología de la táctica en categorías formativas han contribuido a resquebrajar al regateador, a lesionar la gambeta. “Se tactifica demasiado a los niños, no se les da iniciativa”, comenta el actual entrenador del Albirex Niigata. “Penalizamos mucho el error, el niño intenta minimizar los riesgos cuando comete uno. Y al minimizar riesgos, no progresas. Es uno de los motivos por los que los dejan de driblar. Han llegado entrenadores demasiado jóvenes y ambiciosos para chicos demasiado pequeños”, cierra Puig, que piensa que los técnicos con más experiencia deberían entrenar a los niños”.
(…) “Ángel Iturriaga, historiador, piensa que “se forman jugadores para que tengan una comprensión del juego y salen futbolistas muy completos, pero hay pocos que marquen diferencias con el regate”. Del mismo modo, Albert Puig recuerda con nostalgia el torneo alevín Brunete de jugadores como Fernando Torres, Gerard Piqué, David Silva o Cesc Fábregas, calificando el nivel actual de “penoso”: “Hay movimientos tácticos, de sistema… Pero poquísimos regates. En los de antes, veías a Iniesta yéndose de siete rivales”, critica. Y asegura: “El talento no sale plenamente del hambre, sale de las posibilidades de jugar a un fútbol libre”. Sobre el fútbol asiático también opina: “Tienen un nivel técnico descomunal, porque repiten mil veces un pase. Pero su mayor problema es la toma de decisiones. En la escuela les enseñan a obedecer, no a pensar. Que hay una jerarquía y unas normas y que la obediencia es por el bien de la comunidad”.
16.Enero.2023.