“Queremos fútbol del norte”, pero sin renunciar a su indiscutible belleza... 2 de 2.

25.05.2023 00:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

“El futbolista ha dejado de ser ese tipo que pateaba un balón ante una multitud atiborrada de cerveza para convertirse en un artista”. (A.Alvarfer).

          En mis recuerdos de fútbol, en la Segunda División A de la Liga española, había dos grupos diseñados como para denominarlos Norte y Sur. Luego las clasificaciones en uno u otro Grupo, permitía subir a la Primera División. 

          Pero es curioso que, la mentalidad general de los aficionados y la generalidad del público futbolístico español era que siempre en el Sur se jugaba mucho mejor, más bonito, más estético, más combinado, menos largo… Y en el Norte se competía con fuerza, con pelotazos largos, con balones muy duros y llenos de agua, con campos de hierba maltratada por el clima que perjudicaban mucho al juego de combinación. De ello, además, se deducía que los equipos del Norte requerían de un determinado estilo de jugador diferente a los del Sur. Ahora somos menos conscientes de ello porque, incluso, los equipos norteños de la Primera División ya juegan en campos de juego muy bien tratados y afiliados al juego de toque sin rememorar aquel fútbol de combate con golpeos de larga distancia y balones Mycasa, duros como piedras que podrían denominarse “rompetobillos”. En todo caso, siempre se consideraba “mejores” a los equipos del Sur respecto a los del Norte porque su fútbol era más creativo y resultaban más goleadores, en general.

           Si seguimos leyendo a Alejandro Alvarfer: “Después llegó la intelectualización de la que habla Simon Reynolds. Al igual que ocurrió con la cocina y la música electrónica, se empezó a hablar del fútbol como si fuera una especie de arte para iniciados. Ahora los intelectuales lo adoran y el aficionado tradicional es un bruto que está siempre bajo sospecha. El futbolista ha dejado de ser ese tipo que pateaba un balón ante una multitud atiborrada de cerveza para convertirse en un artista. Es el mismo proceso que ha convertido al gin tonic en un lujo de gourmets y al reparto a domicilio en una forma de auto realización personal. El trabajo convertido en arte, una transformación que en algunos casos hace que el currante acepte de buen grado una situación cercana al esclavismo. En otros, como ocurre con el fútbol o la música electrónica, supone un apropiamiento cultural de la clase superior. Se blanquea la cultura apropiada, eliminando sus aspectos más violentos, peligrosos o intolerables, y se construye un simulacro aceptable para todos los públicos”. 

           (…) “Así es como se llega a los álbumes conceptuales de música electrónica inteligente y a los estadios de fútbol con calefacción. Habrá quien diga que no tiene sentido sentir nostalgia de algo que nunca fue más que un negocio. Quizás sea cierto que todo ese fútbol no era más que otra muestra del salvajismo de la época, difuminada por el embellecimiento que solemos reservar para los tiempos no vividos. Pero no puedo dejar de pensar que se trataba de un negocio más tosco, del que la gente pudo apoderarse para darle un nuevo significado. Como los mismos chicos que animaban al Wigan, al Derby County y al Blackpool hicieron con una música producida en un país lejano por la clase más baja de una sociedad extraña en un contexto muy distinto”.

          (…) “Como ya he dicho, es probable que sea absurdo sentirse nostálgico. Pero resulta difícil no hacerlo cuando uno ve a uno de esos millonarios balbuceantes rodeados de flashes en un acto promocional, como si en lugar de las llaves de un Porsche hubieran recibido una sesión de electroshock. Resulta difícil no echar de menos el fútbol de cuando no era otra cosa que gente divirtiéndose de lo lindo viendo cómo individuos que podrían ser compañeros de trabajo trataban de sacar el balón de un área embarrada. Y es que siempre he creído que uno aprende a ser nostálgico en el fútbol. Yo conocí esa nostalgia con solo 8 años, cuando me hice abonado (ya casi no había socios, el club había sido robado a sus legítimos propietarios por un constructor sin escrúpulos que actualmente sigue rigiendo los destinos del equipo) del Sporting de Gijón…” 

           (…) “Era la temporada 1997/1998 y el Sporting venía de una larga decadencia que culminaría aquel año con una de las actuaciones más vergonzosas que se recuerdan a un equipo de fútbol. Ese año los rojiblancos ganarían la increíble cifra de dos ¡dos! partidos. Era mi primera temporada como abonado y, de manera solo aparentemente incomprensible, me hice sportinguista hasta la médula. Contagiado para siempre de esa nostalgia que parecía adherirse a tu camiseta en cuanto atravesabas uno de aquellos vomitorios de paredes descascarilladas de un Molinón que no intentaba ocultar su edad. Contagiado de forma irreversible por antiguos hinchas que hablaban de viejas glorias de los años que casi tumbamos al Real Madrid: Quini, Ferrero y Joaquín. Ese año que casi ganamos la Liga. Porque el Sporting siempre será el equipo del casi. Fue entonces cuando esa nostalgia, seguramente injustificable, de un fútbol hoy prácticamente extinto, me caló hasta los huesos como la lluvia que inundaba los alrededores del campo los domingos de invierno que jugábamos - y perdíamos - en casa”.

          “Con ocho años ya era un enamorado del Fútbol del Norte. Y la ley no escrita más importante del hincha futbolístico es que uno no cambia de equipo. Nunca”.

          Es curioso como se transmite la nostalgia a través de los relatos antiguos de nuestra memoria y, sin haberlo escrito antes, comparto los mismos puntos de vista que el redactor. Enhorabuena por tu forma de verlo. Me afilio, sin más…

          25.mayo.2023.