Bielsa pertenece a una especie rara en el ecosistema del fútbol: La de los entrenadores que piensan el juego antes que celebrarlo. Uno de los grandes estrategas contemporáneos, no por la magnitud de sus títulos sino por la profundidad de sus ideas. A veces controvertido, es una figura imprescindible, incómoda muchas veces, siempre luminosa.

He publicado muchos artículos sobre él porque nunca deja de sorprenderme con sus creaciones mentales. Desde sus primeros años en Newells, Bielsa construyó su laboratorio de observación como un cartógrafo del fútbol. En sus charlas formativas en foros futbolísticos presentó patrones de fútbol (Asegura que sólo existen diez sistemas tácticos fundamentales en el fútbol, más tarde aventuró once), sintetizando todas las estructuras posibles del juego. 

      En realidad, nunca pretende simplificar sino encontrar una lengua común que los futbolistas deben aprender para comunicarse dentro del campo.  Cada esquema representa una forma de pensamiento siendo decisivo la inteligencia relacional que los sostiene. “En el fútbol no hay infinitas estructuras, hay infinitas interpretaciones”. Nunca concluye: “Esto es así porque lo digo yo”, sino que convence con sus argumentos. Un antidogmas de la vida.

      La táctica no es un dibujo estático, según Bielsa, sino una coreografía racional, cada jugador ocupa un espacio en función de los otros. De ahí su insistencia en el marcaje individual dentro de zonas, un sistema que devuelve la responsabilidad al futbolista. No es un marcaje “a la vieja usanza”, sino una versión ética de la vigilancia. Procura que nadie pueda esconderse detrás del sistema. 

“No soy un entrenador de grandes títulos, pero he trabajado toda mi vida para merecerlos”, ahí podrían resumirse su escala de valores. En un fútbol devorado por los resultados, Bielsa propone una herejía moral: ganar sin renunciar a pensar. 

El “videoanálisis”, los entrenamientos repetitivos, la observación meticulosa no son gestos de control, sino actos de respeto hacia el juego. Demuestra amor por lo que hace cuando se prepara exhaustivamente. Su ética parte de una premisa sencilla: “No se puede exigir al jugador lo que uno no ha trabajado primero”.

Por eso Bielsa llega antes que nadie, observa más que nadie y se expone más que nadie. No impone autoridad, más bien la construye con ejemplos. Y cuando un jugador le pregunta por qué tanta exigencia, responde con una frase que ya forma parte de su mito: “El esfuerzo no garantiza nada, pero no hacerlo garantiza el fracaso.”

El entrenador que pensaba antes que ganar, ese es Marcelo Bielsa, nos deja una lección que trasciende el fútbol: “Cuando uno se aparta de lo que cree, aunque gane, se empobrece.” En esa frase cabe su obra entera. El pensamiento, la ética, el riesgo y la fidelidad a una idea. Y quizá por eso, en tiempos de resultados instantáneos, su figura sigue siendo necesaria: “Para recordarnos que pensar bien el fútbol es también una forma de vencer”.

Tras analizar más de 50.000 partidos, Bielsa llega a la idea de que solo existen diez disposiciones madre, combinando dos grandes familias: 

Línea de 4.                   Línea de 3.

1.4.3.3.                                1.3.4.3.

1.4.2.3.1.                            1.3.5.2.

1.4.4.2.                                1.3.3.1.3.

1.4.1.4.1.                            1.3.5.2.

1.4.3.1.2.                            1.3.4.2.1.

A partir de esas configuraciones, todo lo demás son variaciones o adaptaciones en función de los intérpretes, los movimientos y los principios de juego. El sistema, para Bielsa, no es una “disposición numérica” sino una relación entre espacios y funciones. Modelos que se articulan en función de la altura del bloque, la posición de los laterales (fijos o lanzados) y la cantidad de jugadores entre líneas.

No se trata solo de reconocer un esquema como el 1.4.3.3., sino de entender cómo se vincula con otros y cómo los jugadores pueden adaptarse a estas diferentes configuraciones tácticas.

“El fútbol ofrece miles de variantes, pero cuando uno observa lo suficiente se da cuenta de que las repeticiones son escasas y las estructuras finitas”. Todo ello sabiendo cómo se distribuyen los jugadores en las tres franjas del campo (defensa, medio, ataque); dónde aparecen los triángulos y líneas de pase; cómo se compensan los movimientos de presión, cobertura y amplitud. “Los números no dicen nada si no se entienden los comportamientos que generan”.

Bielsa busca que el jugador entienda por qué y para qué de cada estructura. Razonar las relaciones espaciales y cómo éstas se modifican con o sin pelota. “Conocer los sistemas es como conocer un idioma. Cuantos más hables, más posibilidades tienes de decir lo que piensas dentro del campo”.

En otro momento, Bielsa corrigió su propia enumeración y concretó: “No son diez sino once los sistemas fundamentales que se repiten en el fútbol contemporáneo”.  Observando que ciertas disposiciones híbridas o transicionales – entre la línea de tres y la de cuatro – no pueden encasillarse fácilmente. A eso lo llama “undécimo sistema”. 

En realidad, no es un nuevo sistema numérico sino un patrón de mutación estructural que Bielsa decide reconocer como propio. Una transición entre el 4.3.3. y el 3.3.1.3. En su lógica analítica, si algo se repite en el 15% de los partidos observados, merece entidad táctica. De ahí el paso de diez a once.

Salamanca, 4. Diciembre. 2025.

Sezione: Editorial y Opinión / Data: Jue 04 diciembre 2025 a las 08:24
Autore: MAROGAR .
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