“Lamentatrices” en el fútbol.
Sólo los buenos quieren mejorar, por eso son buenos” (Nick Faldo).
“Los buenos no pierden demasiado tiempo en quejarse y lamentarse, en juzgar (se) y compadecerse, no se dedican a buscar culpables ni excusas, tampoco se angustian ni se desesperan y, desde luego, jamás se rinden. La derrota les duele mucho, pero les dura poco porque eligen hacerse cargo de su estado de ánimo enfocando toda su energía, atención y esfuerzo en decidir el siguiente paso para seguir mejorando y avanzando, pues saben bien que la vida favorece a quienes confían en ella y la afrontan con coraje”. (Imanol Ibarrondo “@energizol”).
Un deporte tan varonil, tan entusiasta, tan positivo, tan bello si bien practicado, se está convirtiendo en un juego de “llorones”. En España nunca se había visto tantos jugadores en el suelo al menor contacto con los jugadores contrarios, siempre intentando sacar ventaja de los árbitros en toda sanción de faltas que los “referées” van rifando por doquier. Los entrenadores siempre arrimando el “ascua” a su sardina; los presidentes nunca entonan el “mea culpa” y acusan a los demás de ser responsables de todas sus penas; aficionados que se acogen a lo insustancial de sus equipos sin exigirles lo que es la esencia de sus quehaceres fundamentales (Jugar bien y ganar).
Por otra parte, la prensa se ha convertido en el “jugador número 12”, partidistas descarados, constituyéndose en el “órgano de propaganda” del club en lugar de ofrecer un equilibrio mental en sus crónicas “desinformativas”. Y en todo ese maremágnum operativo los árbitros navegan por su cuenta y riesgo, cada cual a lo suyo y corporativizándose cuando es necesario defenderse de los demás.
En su consecuencia, las gentes del fútbol se han convertido en ejércitos de “plañideras”, dando carta de naturaleza al dicho “El que no llora, no mama”. Todo ese teatro está arraigándose, peligrosamente, hay que pararlo, es un vicio a superar ¡YA! De hecho, cuando vemos partidos europeos en los que también participan los equipos españoles, estos vicios observados en la competición española acaban desapareciendo con una adaptación ejemplar: “Allí donde fueres, haz lo que vieres…”.
Existen investigaciones acerca de las “lamentatrices” en el teatro, la música y algunas otras expresiones artísticas. En el fútbol, he llegado a la conclusión de que, en la mayoría de las ocasiones, todas estas actuaciones negativas son una “pose colectiva”, aprendida interesadamente. Y todos se esfuerzan en superarse.
Aseguraría que estos comportamientos son como “el condicionamiento clásico de Ivan Paulov”, o sea, lo más próximo a la teoría del aprendizaje descubierto por el fisiólogo ruso. Que nos explica cómo los organismos aprenden a asociar estímulos y respuestas. Observó Pavlov que los perros comenzaban a salivar antes de que se les diera la comida, un reflejo condicionado desarrollado a través del aprendizaje. El truco era fácil, administraba comida después de tocar una campanilla por lo que los perros fueron asociando dicho sonido con la comida. El jugador (perrito de Pavlov) oye el pito del árbitro (la campanilla) cuando él se queja a gritos por una entrada leve del contrario que aparenta gravedad máxima. Y una vez descubierto el truco, ya es habitual en todos los equipos esta tergiversación práctica.
“Hay quienes han llamado a Jeremías “el profeta plañidero” por el triste mensaje que comunicó y porque vio cumplirse sus profecías con respecto a la destrucción del pueblo de Judá. Como todo hombre de Dios, él amaba al pueblo y trató de evitar su destrucción, pero no pudo hacer otra cosa que decirles la verdad sobre lo que les sucedería si no se arrepentían. El capítulo 9 es un ejemplo del “llanto” de Jeremías por la inminente destrucción de Judá debido a que continuaban adorando ídolos y confiando en ellos”, según Carmen Macías. La verdad es que en el fútbol existen demasiados futbolistas Jeremías al que imitan descaradamente.
Dice Heather Christle en “El libro de las lágrimas” que “El sistema lagrimal se desarrolló por primera vez cuando los peces se convirtieron en anfibios terrestres. Dejamos el agua y empezamos a llorar por el hogar que habíamos abandonado”. Nunca hasta ahora se lloró tanto en un campo de juego, quizás se llore por miedo a la responsabilidad, por alegría, por tristeza… Por mi cuenta y riesgo, aseguro que se llora para dar lástima, para obtener favores graciables, para dar pena ficticia, prácticamente en todos los Estadios han creado auténticas “llorerías”. Abarrotadas de plañideras, lloronas, “choronas”, “vocetrices”, lastimeras o rezanderas. Y, definitivamente, son escuelas de “lamentatrices”…
A la búsqueda de antecedentes, hemos sabido por la historiadora Ana Valtierra que el origen de las “plañideras” podría estar en Egipto, en algunas mujeres que siguieron el ejemplo mitológico de Isis, la gran diosa madre. Dicen que Isis lloró desconsoladamente cuando murió su esposo Osiris, asesinado por su hermano Seth. Mito o realidad, las “plañideras” ya aparecen representadas en restos arqueológicos, desde cerámicas hasta pinturas de entonces. “Las plañideras actuaban como seres “psicopompos”, acompañando al difunto en el tránsito hacia el otro mundo, y repetían el gesto mágico de la diosa con el fin de procurar su renacimiento en el “Más Allá”, sostiene la investigadora Sofía Lili Reyes”.
(…) “Las plañideras, acudían a los rituales funerarios en representación de las diosas, eran como actrices trágicas que dramatizaban el dolor con gestos extremos: lágrimas, sollozos, golpes el pecho, rasgándose las vestiduras, arañándose el rostro, arrancándose mechones de cabello o manchándose el cuerpo y la cabeza de barro”. Curiosamente, un partido de fútbol tendría que ser motivo de alegría, de disputa agradable, de respeto sistemático a las normas y Reglas que regulan el equilibrio entre las dos masas de equipo, pero los Estadios se están convirtiendo en “llorerías”, como decía antes.
(…) “Nabucodonosor II y las reincidencias de su pueblo en el paganismo: “Atended, llamad a las “lamentatrices”, que vengan; buscad a las más hábiles en su oficio” (Jeremías, 9:17). Pero es que “hasta mediados del siglo pasado, las plañideras eran habituales también en España, especialmente en los pueblos. Ofreciendo sus lágrimas a cambio de dinero…”
Honradamente, el fútbol no tiene futuro con estas actitudes teatrales donde medio mundo quiere engañar al otro medio, con el beneplácito de espectadores, árbitros y organismos oficiales que se esfuerzan en que los partidos se jueguen con pocas interrupciones, pero admiten, sin embargo, actuaciones poco deportivas de todos los jugadores.
De hecho, el 28 de abril declaraba Luis Enrique en París que “los árbitros tienen que hacer un esfuerzo para que el partido se juegue todo el tiempo efectivo”. Ya lo dije en otras ocasiones, aparte de la modificación del Reglamento, todos los jugadores de una competición deberían firmar un “contrato” público, social, que les comprometa a no perder tiempo ficticiamente, a jugar el tiempo efectivo que los aficionados reclaman como un derecho irrenunciable.
Y esto debe cambiar de manera inmediata.
7. junio.2024