"LA ESTRATEGIA DEL DELFÍN"
Leí en “La dinámica espiral”, libro de Fabien y Patricia Chabreuil, una serie de informaciones para comprender cómo se organizan y por qué cambian los seres humanos: “El concepto de inteligencia ha cambiado mucho en los últimos años... Una persona se encuentra a gusto con la lógica, mientras que otra sabe muy bien cómo mover su cuerpo y otra se siente gratificada en el ámbito de las relaciones humanas...La capacidad de adaptarse a nuevas condiciones de vida podría considerarse como una forma adicional de inteligencia y, al parecer, ciertos individuos la han desarrollado de un modo más especial”. Allí encontré también referencias a “La estrategia del delfín”, publicación de Dudley Lynch en la que, a modo de metáfora, se establecen tres tipologías de peces: las carpas, los tiburones y los delfines.
Después de leer sus fundamentos, por mi cuenta y riesgo asocié dichas ideas al mundo del fútbol, a comportamientos ya de futbolistas, ya de entrenadores, incluso de directivos de distinta procedencia y pelaje. Supe que la carpa es dócil, pasiva y no lucha aunque sean agresivos con ella. Es prácticamente ciega, explota su sentimiento de víctima y se conforma con su sino. Cree en la escasez y se sacrifica porque cree que alguien tiene que hacerlo. Observemos que, en un equipo de fútbol, son los futbolistas procedentes de las canteras los que menos ganan porque, en general, son los que aceptan que la economía de sus clubes no es boyante. Siempre ceden a cualquier planteamiento a la baja, si dijeran no los tildarían de poco solidarios con el club que los… ¿formó? Igual que los futbolistas canteranos, ellas piensan: “Soy una carpa y por lo tanto hay que sacrificarse…” En ese mismo mar existe el tiburón. Agresivo siempre, arremete aunque no sea provocado, él también cree en la escasez pero, de faltar algo, que les falte a los otros; ellos buscan sacar ventaja sobre los demás. Lógicamente, sus víctimas favoritas son las carpas. Vean, en un equipo de fútbol, cuántos mercenarios recalan gracias a sus amplios contratos, nunca echan raíces en el club, conviven poco con la sociedad que los acoge y, pocas veces, hacen amistad con sus compañeros salvo por su exclusivo beneficio.
Sin embargo, los delfines son dóciles por naturaleza aunque si son atacados se defienden de sus agresores, hasta protegerán a las carpas que sean golpeadas. Los delfines son muy inteligentes, disponen de cerebros de un kilo y medio, mayor que el de un humano medio. Se asegura que el córtex asociativo del delfín, la parte del cerebro especializada en el pensamiento abstracto y conceptual, es mayor que el de las personas. Usando su inteligencia y astucia, pueden llegar a utilizar sus cuerpos de manera que llegan a ser mortales para los tiburones. Los delfines simbolizan las mejores ideas para tomar decisiones en épocas de cambos rápidos, porque piensan constructivamente y utilizan sus habilidades naturales para encontrar soluciones a las necesidades de todos: “Soy delfín y creo mi mundo con elementos fundamentales: la flexibilidad y la capacidad de hacer más con menos…Creo en la escasez y la abundancia potencial. Aspiro a las dos cosas sacando el máximo provecho a nuestras fuerzas…” El delfín es un pez con muy buena técnica para nadar, dispone de una estrategia muy inteligente: Toma una ola y nada con ella subiendo por la misma y, antes de llegar a la cresta, salta al vacío para tomar la siguiente ola que se ha iniciado. Y así de manera continua.
Esta analogía debemos captarla los humanos, no nos damos cuenta que una ola no se mantendrá eternamente, su impulso es temporal y debemos arriesgarnos con nuevas olas que se van formando. Recordemos cómo los equipos de fútbol tienden a repetir y repetir aquellas acciones que les dieron resultado en el pasado y se olvidan de renovar jugadores, tácticas e ideas. Es fundamental entender las mareas de la vida, de la competición y que, inexorablemente, los plazos siempre se cumplirán. Desde luego, no es fácil abandonar el cómodo impulso de una ola y saltar al vacío. La magia de las sinergias conseguidas por el delfín es una gran paradoja y se requiere mucha decisión, mucha inteligencia, para definir el momento preciso, para verificar que cuando saltemos al vacío no quedaremos atrapados en la arena como si fuera un pozo de chicle.
Los entrenadores, los maestros del fútbol, tienen en “La estrategia del delfín” un ejemplo práctico para desarrollar a sus equipos, a sus propios jugadores, para generar nuevas iniciativas. Haciendo que sus plantillas, y ellos mismos, no sean ni carpas ni tiburones, sino delfines inteligentes y adaptados. Es verdad que las personas nos aferramos al impulso que sentimos de la ola que nos arrastra cómodamente todos los días. Nunca pensamos que nuestra ola benefactora, más temprano que tarde, se estrellará, se desvanecerá, dejará de ser nuestro motor… El delfín lo intuye, va creando sinergias ola a ola, sabe del trabajo de montarse y bajarse pero no se aferra a ninguna de ellas, cambia y fluye sin anclarse al pasado inmediato…
¿Qué le pasó a Florentino Pérez, siendo un experto hombre de empresa, en la anterior presidencia del Real Madrid? ¿Qué enredos económicos pudieron confundir a los presidentes Lopera del Betis y Laporta del Barça? ¿Qué pudo ocurrir en Mallorca para que funcionara lo deportivo pero no lo económico? ¿Cuántos presidentes quedarán atascados en la ola antigua y no sabrán tirarse a tiempo de ella…? Esta parábola tendría que ilustrar, más bien iluminar, a todo el mundo del fútbol, especialmente a sus presidentes, algunos menos inteligentes que los delfines.
MAROGAR (noviembre.2010)