El gran teatro del fútbol.

15.04.2023 00:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

He leído bastante literatura de fútbol. Últimamente, existe un exceso de publicaciones a modo de biografía de futbolistas, la mayoría, que he decidido no adquirir si no estoy muy seguro de que me aportan  conocimientos consolidados de fútbol, la tendencia actual esta resultando excesivamente comercial y en muchos casos se limitan a adjetivar en exceso las cualidades individuales de los futbolistas o entrenadores, sin más, y profundizan muy poco en cuestiones futbolísticas más globales y menos anecdóticas.

Recientemente, encontré “El gran teatro del fútbol”, del antropólogo Alberto del Campo Tejedor y he podido constatar muchas coincidencias de pensamiento con mis propias ideas. Transcribo algunas notas para contraste y me regodeo al respecto. “El fútbol se exportó como un producto tan inglés como el tea time, pero en Latinoamérica, como en España, se introdujeron pronto los códigos que ensalzaban en todo juego el arte del engaño. En nuestra tierra, tirarse a la piscina forma parte de las estratagemas del pícaro, arquetipo que se considera apropiado, particularmente para ocupar puestos en la delantera. El equivalente inglés del pícaro —el trickster, el mañoso tramposo— no cabe en el terreno de juego en suelo británico, pues mancillaría el honor de los colores que representa. Pero “Spain is different”. Y efectivamente hemos entrado en ese círculo vicioso que los árbitros, encima, están potenciando: “El jugador que se tira obtiene más fácilmente la falta a su favor”. Tremenda conclusión! Círculo vicioso de amplio espectro.

"Lo eficaz no es lo mismo que lo efectista. Lo que el equipo necesita no es siempre lo que más aplausos merece. El hincha siempre quiere ir al ataque, meter un gol más, pero el jugador veterano sabe que, a veces, es mejor no arriesgar, templar los ánimos y matar el partido. Lo otro puede ser efectista, pero al final corres el riesgo de que te empaten, y nadie te excusará si dices que quisiste dar al público lo que quería”, recuerdo hace ya unos meses cuando Ancelotti nos explico que el Real Madrid no jugaba “a la presión” por las especiales condiciones de Modric y Kroos, con los cuales construía una actuación que les dio la 14 “Champions League”, también otras anteriores, descubriendo de paso que el Real no jugaba con apatía sino con “su ritmo” premeditado y, además, demostrando una excelente condición atlética con la que superaba a los contrarios y ganaba los partidos al final de los mismos o en las prórrogas…

(…) “La televisión sobreexpone a los jugadores. Cuando era más joven, siempre comentábamos cómo, en los partidos en que el Madrid no cuajaba un buen partido, Míchel eludía la ira del público corriendo hacia un balón al que sabía que jamás podría llegar o pidiendo al recogepelotas el esférico, para sacar rápidamente un córner, aunque supiera que era imposible en el minuto 90 remontar un 0-2. Se lo vi hacer siempre en el Bernabéu, nunca fuera de casa, salvo que el partido se retransmitiera. Antes de que Capello o Simeone exigieran a sus pupilos intensidad, Míchel, que no tenía fama de que le gustara ponerse el mono de trabajo, lo escenificaba a la perfección y salvaba los muebles, sus muebles. Creo que ciertos jugadores no han sido bien comprendidos porque el público prefiere ver cómo sudas la camiseta, te peleas con el rival, te cabreas cuando te meten un gol y corres todos los kilómetros posibles. Otros, como Riquelme, no han despertado pasiones en algunos de los clubs donde han militado. Se decía de él que era lento. Pero yo estoy de acuerdo con Valdano: Juan Román jugaba a cámara lenta, pero pensaba con inusitada rapidez, algo que la televisión no veía”.  De ahí que tantas veces he dudado de que el “estilo Barsa” gustase en el Bernabéu, es un público entrenado para la superación permanente y el éxtasis futbolístico, para la disputa y el fervor por la victoria, siempre adelante y nunca hacia atrás, acostumbrado a las “pugnas indescifrables del fútbol” que tantos Trofeos capitalizó.

(…) “Así pues, en Tercera, cuando juegas fuera de casa, lo haces sin el yugo de saber que siempre hay aficionados de tu equipo, a los que te debes, y que en una categoría superior te seguirían a través de las cámaras. Eres más libre, aunque pierdas el empuje que te otorga el cariño y el calor de tu afición. Pero te vuelves más sensato: haces lo que tienes que hacer, lo que es mejor para el equipo. Una vez, discutiendo con un colega al que yo envidiaba por haber alcanzado cierto éxito durante bastantes años en Primera, alegué que el fútbol era la mejor profesión del mundo —opinión tópica donde las haya—, pero no por el dinero ni la fama, sino porque había vislumbrado, tocándolo con las yemas de los dedos, lo que era vivir jugando, es decir, vivir en plena libertad. Sí, definitivamente podía decir ahora, cerca de los cincuenta, que nunca me había sentido más libre que cuando jugaba. Mi amigo me miró escéptico, como mira siempre que teorizo sobre el fútbol, y me dijo lacónico: “Dices todo eso porque no jugaste en Primera”. Mi amigo considera que, en el ambiente altamente competitivo de la élite, algunas de las cosas por las que decidió hacerse futbolista, y en especial el goce por el juego, se fueron esfumando con el tiempo”.

Desde luego, cada cual guarda sus recuerdos como si hubiera competido en la máxima categoría, las dificultades que un contrario contrapone para quitarte el balón no llevan de por sí un marchamo característico. O superas o no superas al contrincante pero sin preguntar qué categoría de gambetas debes aplicar a unos o a otros, si de Regional o de Primera. Y el discurrir del juego será bonito, feo, bello, sutil, excelente, torpe, etc., sin necesitad de llevar un diploma que marque la valencia de cada estilo.

(…) “Aunque los jugadores son los indudables protagonistas, hay quien piensa que en los últimos años están perdiendo el lugar nuclear que siempre han ocupado. En mis charlas con Jorge Valdano o Juanma Lillo, estos critican que los entrenadores cada vez tengan más importancia, lo que es sintomático de que la creatividad de los jugadores está cada vez más supeditada al mando de un técnico que convierte al jugador en un autómata. Valdano sugiere que a veces el rígido sistema de juego cercena la libertad del jugador, Juanma Lillo habla de «entrenadores con mando a distancia”.  Quizás esta superior importancia se le dan cuando ganan partidos, aunque si pierden tienen otros valores testimoniales cuáles son “alojar su cabeza debajo de la guillotina” que a tantos presidentes salvaron, salvan y salvaran.

(…) “Claro que, al igual que ocurre con los jugadores, también los entrenadores son diversos. Ya los aficionados no hablan solo de los futbolistas, sino de quién los dirige. El entrenador gestiona un grupo, pero también ha de lidiar con las masas de aficionados, entre otras cosas porque de ello depende que la participación de los espectadores tenga consecuencias positivas o negativas para el equipo, así como que su propio trabajo sea valorado o cuestionado, lo que redunda en la continuidad del técnico… Por supuesto que se compara a “futbolistas de hoy” con los de hace unas décadas.
 

También ha habido una evolución en los entrenadores, mucho mejor preparados tácticamente en los últimos años que cuando entrenaba Di Stefano. Pero en cada momento histórico, una de las riquezas del fútbol — como la de cualquier ámbito—  estriba en su diversidad. De la misma manera que no hay dos lectores iguales — a uno le gusta el thriller policíaco y a otro la novela histórica -, no hay dos espectadores que se pirren por el mismo tipo de futbolista, de estilo de juego o de entrenador. Es más: ni siquiera es homogéneo el consumo del espectáculo futbolístico. Hay quien prefiere ir al estadio solo, como quien lee absorto un poemario, y otros no conciben el fútbol más que como acto de recepción y cocreación colectivo, con la familia, con los amigos, con la hinchada. Las diferentes maneras de jugar, dirigir, ver y aun de narrar periodísticamente los hechos, alientan las tertulias de los aficionados y de los comentaristas deportivos. Como en la literatura, el cine o la política, cada cual tiene sus filias y fobias, sus argumentos e ideas”.

12.abril.2023.