"EL FÚTBOL NO ES CIENCIA EXACTA/1."
Efectivamente, el fútbol no es una ciencia. Y menos que sea exacta. Aunque los aficionados manejan unas expectativas, unas visiones que tienden a consagrar la relación "causa-efecto" sin más preámbulos. Y cuando juzgan a los protagonistas de un partido de fútbol son intolerantes, llegan a pensar que los sistemas, las tácticas, las variadas acciones individuales, los aciertos y los fallos pueden y deben producirse sin rémoras de ningún tipo: "Siempre aciertos; nunca fallos". Llegan al pensamiento falaz de que los futbolistas están programados para funcionar con plena exactitud en todas las situaciones del juego. Pero, a esta ceremonia, se suman los medios de comunicación quienes transcriben el juego como si se practicase en cuadrículas como el ajedrez, otras veces las opiniones son cartesianas y diseccionan sobre todo los fracasos con enfermiza precisión. Ellos, los periodistas, nos hacen partícipes de su infalibilidad después de que los partidos ya ocurrieron, haciendo aflorar las imperfecciones de los entrenadores o jugadores en un fútbol que debe ser perfecto, según se deduce de sus crónicas perfectas.
Si fuera verdad que existe la perfección en el fútbol, que los entrenadores o futbolistas fueran "máquinas" perfectas (Tanto en "hardware" como en "software), programables al cien por cien, la competición dejaría de existir y desaparecería la emoción. El fútbol, curiosamente, es mejor y más intenso cada vez gracias a su imperfección y la superación permanente con la que juegan los profesionales. Y es imperfecto porque es la manera de progresar todos los días y estar deseando ver acciones nuevas que superen las prestaciones anteriores. Los entrenadores son imperfectos y los futbolistas están aprendiendo todos los días cosas nuevas. Descubrimos que los jugadores disponen de un físico que, a veces, se resiente porque están sujetos a picos de buena forma, a bajones de rendimiento, a lesiones por la actividad arriesgada de llevar el balón lejos de su propia portería y contra la resistencia de los contrarios. Surgen las lesiones por lo imprevisto del juego, por una entrada a destiempo, por un sobreesfuerzo, por una mala posición o descoordinación en un remate, por una torcedura involuntaria... Y el daño puede aparecer en sus músculos, en sus ligamentos, o en sus huesos resistentes consecuencia del buen entrenamiento. Incluso, la experiencia demuestra que las peores lesiones de los futbolistas se producen en momentos de poca tensión, cuando se hacen daño ellos mismos en entrenamientos o en partidos sin grandes complicaciones. Además, todos nos olvidamos de las "lesiones emocionales", ésas que no dan demasiados signos externos en personajes aparentemente "sobredotados". Y la realidad demuestra que pueden aparecer carencias o déficits psicológicos a los que habrá que prestar mucha atención, sin duda.
En un reportaje de José Luis Barbería (El País, 29.enero.2012) podíamos leer: "El hispanista John Elliot sostiene que los españoles son demasiado autocríticos y que el sentimiento de fracaso generado históricamente con la pérdida del imperio sigue latiendo y abonando la percepción de que "España es diferente". Cabría preguntarse si esa singularidad es siempre para mal... "Las cosas funcionan mejor de lo que nos decimos unos a otros. Hacemos juicios peyorativos sobre nosotros, en parte porque ignoramos que las cosas no discurren por ahí fuera tan bien como creemos", asegura Eduardo Serra... Por sarcástica que pueda parecer la referencia deportiva en el país de los cinco millones de parados y ninguna universidad entre las 148 primeras, el deporte está siendo el gran campo de pruebas que, un día si y otro también, demuestra que los españoles pueden afrontar con éxito la gran batalla planetaria en curso de la competitividad. Es una noticia capital, puesto que borra el tópico de Américo Castro ("España en su historia", 1948), según el cual "el rasgo dominante nacional es la conciencia de inseguridad del español ante el vivir colectivo y la angustia consiguiente de existir". Y aparecen en el mismo artículo algunos razonamientos futbolísticos del seleccionador nacional Vicente del Bosque: "Nos hemos quitado definitivamente el complejo histórico que nos llevaba a pensar que lo de fuera era siempre mejor..."
Es muy habitual que los aficionados reclamen la perfección permanente de los profesionales y que, a su vez, no les permitan el mínimo fallo. Lo peor es cuando se alude, de manera grosera, con la eterna expresión de los ambientes futbolísticos: "Para lo que cobran, esas jugadas no se pueden fallar..." O algo parecido. Sinceramente, nunca podré aceptar que a más dinero mejores prestaciones, o más profesionalidad. Igual que no veo la misma presión para otras profesiones que requieren una toma de decisiones más calmada y con menos riesgo físico. Los futbolistas ejecutan su trabajo con el corazón a 180 pulsaciones por minuto, gracias a su despliegue físico en carreras intensivas y constantes, muchas de ellas a casi 30 kilómetros por hora durante 12 kilómetros, como mínimo, por partido. Encima, manteniendo un enfrentamiento con fuerzas antagonistas de los jugadores contrarios que se expresarán con cualidades similares, compitiendo unos contra otros en pugna por un balón que vuela o rastrea la hierba a 100 kilómetros por hora, según los casos. Me sorprenden las estadísticas del baloncesto, o del balonmano, y se considera muy normal un número determinado de pérdidas de balón cuando en estos deportes el móvil se recoge con las manos; mientras que en el fútbol los pies son mucho menos hábiles, no digamos un muslo, el pecho o la cabeza cuando el futbolista pretende recepcionar el esférico en un espacio reducido y presionado por futbolistas contrarios que te atosigan de manera permanente.
Quizás sea predicar en el desierto, pero el fútbol requiere de otros enfoques más positivos abandonando la falsa idea de que todo lo que sucede en el campo de juego es una ciencia exacta, todo es programable, todo es entrenable, todo tiene que estar previsto... Es incomprensible que todavía muchos piensen que un entrenador, por ejemplo Guardiola, le diga a los suyos el número de pases que deben efectuar antes de meter un gol. Igual que es impensable le dicte a Messi unas instrucciones para que pase por la izquierda al primer defensa, al siguiente por la derecha, y a los tres restantes les haga una "boba", una "moña", un "caño", una "croqueta" o un "rabo de vaca" antes de marcar gol, o al menos intentarlo cuando faltan 20 metros de distancia a la portería contraria. Esta programación "robótica" de los futbolistas no existe, a Dios gracias.
Y nada mejor que los propios protagonistas para bajar de los cielos a los propios aficionados. Ronaldo, en alguna ocasión, ya manifestó: "David Beckham y yo... es como si no fuéramos humanos; no se nos permite tener ningún problema en nuestras vidas" Igual que Roy Keane, capitán que fue del Mancheter United decía: "La gloria y la publicidad han pasado una gran factura. Los Rolex, los deportivos y las mansiones les han hecho olvidar el juego y la pasión que les llevó a conseguir los Rolex, los coches y las mansiones". En otra ocasión Beckham hablaba de Ferguson: "La gente siempre habla de que el entrenador y yo tenemos altibajos y, claro que hemos tenido lo nuestro, pero es sólo una parte de la vida y nuestra relación siempre ha sido buena" También Simeone, el entrenador del Atlético de Madrid, significaba estos últimos días: "... hay una invitación a querer jugar todos de la misma manera, con esa posesión, que el arquero en cualquier momento juega de segundo punta, porque es más habilidoso en este tiempo el arquero que el "9". No hay una forma sola. Veo los diarios y estamos más preocupados de quién tiene la posesión el mayor tiempo posible y no en quién gana, pero son estilos, son momentos y éste pasa por eso". Por tanto, el mundo del fútbol debe ser más comprensivo y menos intolerante con las distintas fórmulas de jugar al fútbol..
A mí me gustaron, especialmente, las reflexiones de Cesc Fábregas realizadas a Ramón Besa y Luis Martín (El Pais,27 de enero). Con ello desmitificamos la ciencia exacta del fútbol: "Lo fácil sería tirar el balón en las situaciones de apuro", insistió el volante internacional. "El míster, en cambio, nos anima a salir con la bola jugada desde atrás, cosa que es muy arriesgada, pero nos recompensa muchísimo". La exposición de Cesc resultó especialmente reveladora: "Resulta que si no marco, parece que juego mal. No se me debe juzgar por los goles, porque no soy un goleador . Ni yo mismo, de todas maneras, estoy contento de mi partido. Tengo que mejorar muchísimo. Cuando juegas al lado de los que lo hacen bien, como Xavi, Iniesta, Busquets, y bajas un poco el pistón parece que lo haces mal. Es una pasada formar parte de este equipo con jugadores tan regulares. Aprendes mucho y te hace sentir fuerte mentalmente". A Cesc, sin embargo, le resulta más fácil jugar de falso nueve o en la punta del rombo que como interior. "Arriba tienes más movilidad, te sientes más libre", precisó, "y domino más el juego rápido. Tengo siempre ganas de irme hacia adelante, por la costumbre del Arsenal, donde el fútbol tiene más nervio". "Al actuar de interior, en cambio, significa que hay que tener más disciplina, mantener la posición, y a veces me falta la paciencia de Busquets y Xavi. No es fácil. Tengo que aprender los movimientos, mejorar este "software" que ha creado elentrenador. Aunque he jugado en la casa de pequeño y me facilitan todas las cosas, no es fácil pillarlo. Yo soy el primero que me exijo". Este encanto de futbolista nos hace entender mejor lo que estamos explicando. Es hora de que los aficionados dejen de levitar, exclusivamente, por el Barcelona o Real Madrid. Y de paso, tener más respeto por sus profesionales aceptándolos como son, con aciertos y con fallos.
Marogar (30.enero.2012)