EDITORIAL: "ESTRATEGIAS DE GUERRA EN EL FÚTBOL"

20.12.2007 18:55 de  Redacción esFutbol   ver lecturas

En el fútbol es aplicable cualquier teoría estratégica de la guerra. Como siempre, será la táctica la que hará operativa la estrategia y, desgraciadamente, en el fútbol la teoría será maravillosa si la pelota entra en la portería contraria; pero la planificación estratégica no valió de mucho si el balón no se introdujo en las redes. Al menos esa es la percepción del espectador medio porque, sin resultado, se olvida todo lo demás; nada es justificable. Así de triste.

Cuando se citan las enseñanzas del general prusiano Kart von Clausewitz respecto a la guerra es muy fácil situarse en un partido de fútbol: “… la simplicidad, la energía, la fuerza, la sorpresa, la estratagema, son aspectos que deben alternarse en la guerra (partido de fútbol). Incluso la retirada… por cuanto una compañía inteligente no debe atacar posiciones preparadas de antemano ni a ejércitos superiores. Es irrenunciable mantener las fuerzas concentradas sin que ninguna parte se separe del cuerpo principal”. La disposición adoptada por España en la prórroga jugada contra Eire en los Mundiales 2002, con un jugador menos, tanto en jugar concentrados como en no atacar a un equipo superior, pareció que obedecía a pautas similares.

También es aplicable al fútbol la guerra de guerrillas de Mao Tse Tung cuando indicaba: “El enemigo avanza, nosotros retrocedemos. El enemigo acampa, nosotros merodeamos. El enemigo se cansa, nosotros atacamos. El enemigo retrocede, nosotros acosamos”. Muy típica esta fórmula para los partidos jugados en una eliminatoria de dos partidos, sobre todo en la actitud que suele mostrarse en el primero de ellos condicionada en función del resultado; pues siempre se esperará a los acontecimientos que depare el partido de vuelta. O, incluso, cuando un equipo inferior se enfrenta a otro de mayor nivel.

“¿Qué haría el mundo sin variedad? Pronto moriría todo de monotonía o saciedad”, según J.Walter Walsh. Los entrenadores se vuelven demasiado homogéneos, más bien conservadores en las distintas variantes tácticas que aplican a sus equipos. Y todo ello ocurre porque ahora los partidos son más vistos que las guerras de antes (Excluidas algunas más recientes como las del Golfo y de Irak); aquellos forman parte de un espectáculo que se radia, se televisa y existen numerosos periodistas que certifican con todo género de detalle lo ocurrido. Lo que significa que a muchos entrenadores la crítica les puede y les desorienta, incluso llegan a homogeneizar todos sus comportamientos al menos en la parte más conservadora.

Ya en 1270 antes de Cristo, dicen que Ramsés II creó la estrategia de flancos: “Un movimiento de flanqueo adecuado debe efectuarse dentro de un área que no esté en disputa. La sorpresa táctica tiene que ser un elemento importante del plan”. Incluso otros pueden olvidarse de la jerga ortodoxa, de la prosa rebuscada, y expresarse con la naturalidad insultante del seleccionador Camacho en algún partido de los Mundiales 2002 cuando, sin citar para nada a Ramsés II, vociferaba a sus jugadores: “El balón a las bandas, hostias…” Y todos lo entendimos, sin más contemplaciones.

Los maestros de la guerra manejaban ya en su día distintas pautas:

La regla empírica establece que para que una fuerza atacante salga adelante, deben tener una superioridad de por lo menos tres a uno en el punto de ataque. (Propio del fútbol de contraataque).

En el fútbol, la sorpresa suele ser consecuencia de una jugada desesperada, a la que se recurre cuando todo lo demás ha fallado. Pero la mayor parte de las veces, la táctica de avanzar paso a paso es la vencedora. (Por sistema, los centros a la olla poco valen).

A toda acción, establece una ley de física, hay una reacción igual y en sentido contrario. (Prever y anticiparse al contraataque del competidor y dejar posiciones defensivas en vigilancia activa).

El mejor plan estratégico es inútil si no puede ser implementado tácticamente. (Si no tengo jugadores que recuperen el balón, ni buenos pasadores de balón, y los atacantes son lentos, ¿Cómo vamos a jugar al contraataque?)

Todo es muy simple en la guerra; sin embargo lo más simple es difícil. (Defecto capital de los entrenadores noveles que buscan barroquismo en las tácticas y sistemas; no se hacen entender por sus jugadores).

La metáfora de la guerra es adecuada para entender las artes que pueden llegar a emplearse en el fútbol para obtener victorias. Los entrenadores actúan como un cortador de diamantes porque saben dónde y cómo cortar. Pero a la hora de tallar la obra específica les tiembla el pulso, afloran los miedos, aparece el gen político en las alineaciones y deciden no alinear a los mejores sino a los más solicitados, a los más recomendados de los medios, o de los directivos, o a los más gregarios, incluso a los que ríen mejor las gracias… No me extraña, por tanto, lo que decía Plutarco: “Un ejército de ciervos dirigido por un león es mucho más temible que un ejército de leones mandado por un ciervo”. Aunque todavía hay entrenadores que presumen de “viejos zorros”, que se creen que ganan por las “perrerías” aprendidas de jugadores y por la experiencia acumulada.

En un artículo publicado en la revista Harvard Management , Kathleen J., apunta unas cuantas lecciones militares que pueden ser útiles para aplicarlas al fútbol, sin duda también en las empresas. Apuntaba que en la guerra de Afganistán “… los jefes militares tratan de comprometer a sus subordinados en un desempeño regido por la colaboración y donde a éstos, puesto que están más próximos a la acción, se les permite constantemente modificar las tácticas y sugerir variaciones de la estrategia”. ¿Permiten los entrenadores actuales a sus futbolistas reaccionar del mismo modo? En el mismo artículo, se asegura que Richard T. Pascale, investigador para el ejército de Estados Unidos llega a asegurar: “…los marines toleran los fallos en un grado que les pondría los pelos de punta a muchos jefes. En cierta medida, exigen el fallo: se dice que un marine que rara vez falla no está arrimando suficientemente el hombro”. ¿A qué les suena esta aseveración? ¿Es parecido esto a un equipo de fútbol de la actualidad? ¿Será similar al comportamiento en alguna empresa de hoy en día?

Lo importante no es el fallo sino la capacidad de aprendizaje de los errores cometidos. Habrá que investigar cual es la postura más adecuada, comparándola con aquella otra que, más o menos, viene a decir que: “Toma iniciativas, pero si cometes un error vas al banquillo”. Siguiendo con R.T. Pascale, éste apunta la idea que denomina “las intenciones del Comandante”. Y está centrado dicho espíritu en que cada operación (cada partido) tenga unas instrucciones claras de inicio y no sólo en las llamadas “órdenes” individuales (“Yo hice lo que me mandaron”) para entender las distintas tácticas por las que se consiguen los objetivos. Y no sólo los tres puntos del partido son el objetivo único.

Esa autonomía tan necesaria en un partido de fútbol donde el entrenador no puede estar en cada acción como manejando a marionetas; si bien es un estilo muy agradecido por la mayoría del entorno del fútbol. Nuevamente se confirma que las personas son lo más importante y la autoridad de los entrenadores deberá ejercerse de manera que permita fomentar los fallos inteligentes y abandonar la dirección de mando y control jerarquizado. Las estrategias de guerra deben incorporarse al fútbol, pero no hace falta “militarizar” las decisiones. Aunque las últimas tendencias están yendo por esa senda autoritaria…

MAROGAR