Reitero que la belleza futbolística, para mí, no es una utopía…

09.07.2023 00:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

“Lo bello simplemente se agradece. Un fútbol feo también es en buena medida un fútbol sin sentido.” (Andrés de Francisco)

          Y más después de impregnarme de las definiciones de Andrés de Francisco, filósofo, que apuntó cuestiones muy valiosas para mi propio pensamiento: “El fútbol tiene una insoslayable dimensión estética”. (…) “Entre dos cosas igualmente útiles preferimos la más bella; y a menudo preferimos la más bella, aunque sea menos útil… Consentimos un regate feo si ha sido útil, pero preferimos el bello, limpio, elegante. A veces, sólo a veces, preferimos incluso el bello regate, aunque termine en nada, simplemente porque nos hizo disfrutar”. 

         (…) ”Un golazo es casi invariablemente aquel de bella factura, una buena jugada es una jugada bonita, un buen juego es la mayoría de las veces un juego que despierta nuestro sentido estético, que da gusto ver. Se puede vivir sin belleza, sin duda, pero no se puede ser feliz sin ella”. Nos gusta el fútbol individual, es más fácil valorarlo, el vulgo sigue creyendo que el fútbol bien jugado es un hombre y un balón, no es tan fácil poner en relación a un individuo con otro, incluso este otro puede ser un “tuercebotas” que en un partido de fútbol en equipo sirve para guardar los equilibrios necesarios del partido, aunque no se le valoren sus prestaciones.

          Quizás leyendo a Herman Brienza podamos admirar, aún más, la belleza del fútbol. A pesar de las críticas: “La mala relación entre fútbol y literatura se inició cuando el escritor británico Rudyard Kipling despreció a ese deporte y a "las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan". Y prácticamente desde esa fecha el desencuentro se hizo sostenido…” (…) “Tras un partido entre Junior y Millonarios, Gabriel García Márquez declaró: "No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien". (…) “Alejandro Dolina coqueteaba con el fútbol desde sus Crónicas del Angel Gris que incluían "Apuntes de fútbol en Flores", una toma de posición respecto del tema: "En un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios", sentencia la primera frase del cuento”.

         Sebreli sostuvo que "el acto de patear una pelota es ya de por sí esencialmente agresivo y crea un sentimiento de poder, amén de que la picardía de vencer al adversario basada en la trampa, la mentira, el disimulo, la zancadilla, tan alabada por todos los apologistas del fútbol como una forma de inteligencia natural y espontánea, no es sino una característica de la personalidad autoritaria". Sus libros Fútbol y masas y La era del fútbol le valieron al sociólogo la humorada de Sasturain, quien desde una reseña bibliográfica le espetó: “Sebreli, vos andá al arco”. Por su parte Liliana Heker, autora del cuento “La música de los domingos”, dice: “Yo tengo una relación apasionada desde muy chica. Para la literatura es un campo interminable, ya que el deporte pone en juego conflictos muy interesantes". Admite Olguín: “La literatura futbolera es un gran negocio y alimenta al mercado, pero seguramente pasará de moda".

          Y Dolina nos da a todos un “sopapo” de realidad: “En los últimos años se produjo una futbolización del universo, una invasión del área del pensamiento en la que se utilizan una cantera de metáforas banales tomadas del juego, en el periodismo y en la literatura. Un género no se basa en una temática, porque lo que ocurre es que nace un género acrisolado - salvo en el caso de los buenos escritores - que consiste simplemente en exaltar los estados de ánimo de quiénes ven fútbol o quienes lo juegan. La metáfora más recurrida se relaciona con la guerra y la pasión, como padecimiento, pero esos escritos suelen dejar una melancólica sensación de que se trata de sentimientos construidos. Se busca una épica que trascienda largamente una vida con ausencia de emociones”. 

         (…) “Existe cierta demagogia en la literatura que exalta la pasión deportiva, una necesidad de contacto popular. Esta demagogia consiste en el hecho de que en ese encuentro entre el gran arte y lo popular, no asciende lo popular sino que desciende el gran arte. La operación consiste en que si el pueblo no lee a Flaubert, que lean a Coelho. El fútbol es un hecho interesante cultural y antropológicamente pero no es el gran arte. Es un tema, pero no se puede convertir en una superstición, porque se transforma en una patología literaria. Resulta conveniente no entregarse a la tentación y, en todo caso, si hay que imitar a Gardel hay que hacerlo no en la pronunciación de la eme como ere sino en su afinación".

          El periodista Caparrós aporta un elemento original: "La literatura no tiene ninguna obligatoriedad respecto del fútbol. Existe una relación larga y fecunda de cierta narrativa desde hace 50 años. Hasta la televisión, había un 95 por ciento de aficionados deportivos que lo hacían desde el relato escrito o radial. Lo que constituye al fútbol en un hecho narrativo en sí mismo. Ahora el fútbol se ve, entonces, es muy complicado hacer un metarrelato, porque se trata de un relato en sí mismo. A mí el género de la literatura futbolística no me atrajo para desarrollarlo porque frente al relato del fútbol, lo demás es un metarrelato menor".

          Y vuelvo a reiterar que el fútbol bello no es una utopía, quizás hay demasiada preocupación por el valor de los jugadores y no por sus evidentes prestaciones superiores. De hecho, ahora mismo en Arabia se ficha por dinero más que por las potencialidades futuras del jugador, se compran trayectorias más que fútbol evidente, el marketing se está revistiendo de celofán de colores pero está por ver el nivel futuro de su fútbol. Por ejemplo, Messi en América jugará en un equipo (Inter de Miami) de los últimos clasificados.

        Julio.2023.