¿Qué aportó “El Quijote” al mundo del fútbol?
“Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia, otros por el de la adulación servil y baja, otros por el de la hipocresía engañosa, y algunos por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra (…) mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno”. (El Quijote).
Siempre me gustó la utopía, en la vida, y, lógicamente, en el fútbol. Y me he permitido unas divagaciones personales para mi único disfrute, aunque quiero compartirlas. Si no imaginamos, si no soñamos, si no emprendemos, si no aspiramos, la vida se queda en cumplir normas, convenciones sociales, sin demasiadas aportaciones personales salvo la producción normal en tu trabajo, a cambio de la “soldada”; o las vivencias propias con tu familia… Por eso, me encanta la figura de “El Quijote” aunque, es verdad, muchas veces te peleas contra molinos de viento…
El valor principal de la obra de Miguel de Cervantes serviría al fútbol por todos los aspectos simbólicos con los que contribuye, manejados a lo largo de los tiempos en tantas otras materias. Porque el autor vivió mucho antes de que el fútbol actual se inventara y no pudo aportar cuestiones prácticas, de hecho, él mismo hubiera sido un “privilegiado” jugador de fútbol porque hubiera cometido el 50% de las faltas por manos, dicen que Cervantes sufrió tres heridas de arcabuz, que le dejaron inutilizado parcialmente el brazo izquierdo, aunque nunca fue “manco” como se dijo insistentemente. Nunca le faltó o le cortaron la mano izquierda, “manco” significa “inutilizado” en la época.
También pienso que Sancho Panza hubiera sido un pivote “de mucho peso”, buen colaborador, buen complemento. Por supuesto, Alonso Quijano hubiera sido ese jugador idealista, que todo “lo intenta a machamartillo”, innovador, creativo, que estaría en candelero todas las horas del día jaleado por la prensa sensacionalista. Aunque montara en pollino, su fortaleza hubiera sido la velocidad, como todos los futbolistas metidos en carnes, bajos y “chaparros”. Por qué no, podría jugar en las bandas, quizás de defensa lateral, incluso por su racionalidad innata habría manejado la táctica con pura sensatez, siendo la extensión del entrenador dentro del campo, poniéndole el sentido común de los viejos zorros del fútbol.
Posiblemente, la obra de Cervantes ha sido más traducida que el Reglamento de Fútbol, incluso que la Biblia. Las referencias deportivas se suceden en la obra cumbre de la literatura española. Don Quijote fue muy dinámico, caballo, espada, esgrima, combates en justas, etc. "He contabilizado más de 87 citas con temática deportiva", confiesa José Manuel Zapico, autor de un estudio sobre el pensamiento deportivo de Cervantes. Profesor de Educación Física, ya jubilado, Zapico escudriña la historia, la literatura y el arte en busca de la referencia deportiva más antigua vista en España. La encontró en los luchadores de Porcuna: una representación escultórica de dos judocas primitivos, con cinturones, protecciones y ropaje, hallada en la localidad jienense de Porcuna en 1975 y fechada en el siglo V a. C.
(Don Miguel) "No fue deportista, pero le gustaban el juego y las apuestas. En toda su obra trata al deportista con admiración y respeto. Pondera las virtudes de los “alentados”, los deportistas profesionales de la época", señala Zapico. (Marca, Andrés García, 23.04.2016). De pueblo en pueblo exhibían su fortaleza y habilidades a cambio de una moneda, como se reflejan en las “Novelas ejemplares”. En “El Quijote”, el deportista total es Basilio (Nombre poco futbolístico). El desdichado novio de Quiteria es el más ágil mancebo que conocemos: Gran tirador de barra, luchador “estremado” y gran jugador de pelota; corre como un gamo, salta más que una cabra y birla a los bolos como por encantamiento, tal y como se lee en el capítulo XX de la segunda parte”.
Es posible que el “bálsamo de Fierabrás” fuera el precursor del “Linimento Sloan” (“El hombre del bigote”) o de la “Embrocación Hércules” y todos los antiinflamatorios o energizantes más nombrados de la época (Todavía me vienen a la memoria el “Diavitan” o la “Farmacola”), complementos biológicos de aquellos tiempos.
(…) “Cervantes reivindica la figura del deportista completo en varias ocasiones. Esta figura ejerce sobre él una fascinación de forma que nos lo presenta como un héroe humanista, acercándose muy mucho al concepto del viejo “areté” griego (Concepto que algunos “sofistas” traducen por “excelencia”); el campeón es un héroe que tiene que ir acompañado, además de la belleza física y de la victoria, de otros atributos que le confieren su categorización como hombre: ha de ser prudente, noble, caritativo, generoso, valiente, de forma que encarne las virtudes que Homero había fijado en Palamedes”.
(…) “El atleta, el deportista del XVI, era una persona tenida en poca consideración. Hemos de tener en cuenta que corrían tiempos en que aquellos deportistas profesionales, esto no ha cambiado mucho, viajaban de ciudad en ciudad compitiendo. Constituían una especie de “troupes” agitanadas donde se mezclaban “alentados” y adivinos, acróbatas y bailarinas, jugadores de cartas y trileros que afanaban la vida obteniendo el barato o ganando el precio”.
(…) “Los que cruzaban en carretas los campos no eran héroes a la usanza elena y no encontraban, como ellos, autores que cantaran sus hazañas... hasta que, en un recodo del camino se encontraron con Cervantes… Don Miguel los ensalza y, además, quiere hacerlos “pindáricos”, pero ante este asunto no nos debemos extrañar; nuestro autor eleva a los altares de la literatura a barberos y a curas de pueblo; a galeotes convictos y a pastores de los ribazos; a ladronzuelos de tres al cuarto y a Monipodio. ¿Cómo no citar a los héroes deportivos que ya los habían aclamado Homero, Pausianas, Herodoto y Virgilio?”.
En “Símbolos Hispánicos del “Quijote”, José Ibáñez Martin se regodea y nos ilustró. De ello, entresaco algunas “lindezas” para situarnos en el espíritu de lo que quiere hacer constar en este capítulo. “Si Ulises es la encarnación típica de la Grecia antigua, porque en él se resumen la prudencia, el esfuerzo o la constancia como realización de las virtudes de un pueblo”.
(…) “En Don Quijote resalta, antes que nada, una metamorfosis espiritual, en cuya virtud el tipo humano del “Hidalgo Manchego”, para poder vivir a ras de tierra en el humano mundo de Castilla, tiene que librarse del peso de las preocupaciones materiales…” Porque Don Quijote, como los mejores futbolistas, representan “abnegación”, “sacrificio”, “arrogancia”, “ímpetu”, “aventura”, “libertad”, “sufrimiento”, “fracaso”, “arriesgado”, “encantador”, “imaginación calenturienta”, “impulsos generosos”, “ardor invencible”… Todos son valores que debemos adjudicar a los buenos futbolistas que tanto criticamos, y también admiramos.
28.mayo.2024.