EDITORIAL: "LA MARSELLESA"

22.04.2008 19:00 de  Redacción esFutbol   ver lecturas

En las calles desnudas, cerca del puerto, un futbolista practicaba un amplio catálogo de jugadas, goles, pases, remates, fintas, bicicletas, sombreros, caños, “roulettes”… Aquel jugador se llamaba Zinedine Zidane y jugaba allí en su ciudad natal, Marsella.

Inmenso. Aquel jugador parecía individualista pero tenía un gran concepto colectivo del juego. Lo había aprendido en su barrio de La Castellane que luego llegó a practicarlo, curiosamente, en La Castellana de Madrid, Estadio Bernabeu. “Yo he nacido con el balón” llegó a decir Zidane. También reflexionaba: “Yo quiero el juego justo y el juego justo es dar. Siempre que pueda daré el balón”. Jugadas inimitables, fútbol plural, antes de recibir ya sabía lo que tenía que realizar como si hubiera heredado la mirada periscópica de Alfredo Di Stéfano.

“La roulette” que llaman algunos y “La Marsellesa” otros, Zidane explica cómo se realiza: “Es un gesto que me gusta mucho y me encanta hacer. Consiste en hacer una rueda, una ruleta, en dirección a la portería para evitar al adversario. Como soy diestro, cojo el balón con el pie derecho, me lo paso al pie izquierdo y, girando al mismo tiempo, me lo llevo. Es algo que se hace para divertirse con los colegas del barrio. Pero en un estadio es complicado. Sólo lo hago si estoy seguro de mi control. Tienes que llegar antes que el rival. Si no te sale… puedes quedar en ridículo”.

El defensa izquierdo Marcos, jugador del Valladolid, vio cómo en su área no podía contrarrestar “la roulette” de Zidane, en febrero de 2004. Aquel regate circular permitió al francés quedarse sólo ante Bizarri al que también regateó… Y cuando tiró a puerta, el gol desapareció con el mismo encanto que había aparecido pues el disparo salío defectuoso, alto, milagrosamente fallido…

Esta jugada la realiza Zidane en numerosas ocasiones, la mayoría en zonas de gestación aunque menos en las de definición porque las propias dificultades del gesto precisan de más espacios disponibles. Cuenta David Beckham: “Cuando ves algo así, se te alegra la vista. Impresiona”. Y Ronaldo continuaba: “Sólo se puede definir con una palabra: fantástico. Pudo ser el mejor gol de la historia”. Mientras que Figo relataba: “Es increíble. De cine”. Salgado apuntaba: “Ya no hay nada que pueda sorprendernos de él”. Y el propio Zidane, con su timidez habitual: “La verdad es que ni lo pensé. Es una pena porque empecé la jugada pero no la termin酔

Velázquez, el interior izquierdo que jugó en el Real Madrid pasando antes por el Málaga, decía que él se lo había visto hacer a Pepillo en La Rosaleda. El propio Zizou asegura que tal jugada la aprendió de su hermano Nordine, tres años mayor que él. Su explicación vale la pena leerla textualmente: “Es un gesto que haré hasta mi último suspiro y que hago continuamente desde que jugaba en las calles de Marsella. No ha pasado un día desde hace más de quince años que no la haga, que no la intente. Se ha convertido en un tic… No es una cosa mía, se llama “La Roulette Marsellesa”.

Alfredo Relaño plasma en su “Futbolcedario” una reseña sobre Zidane: “Nadie ha hecho de la ruleta el armónico espectáculo logrado por Zidane. Un dribling en el que el jugador pisa la pelota con un pie y luego con el otro, para después girar 180 grados sobre ella, arrastrándola bajo las dos suelas para recuperar la dirección en posición ventajosa. El eje del movimiento no ha variado, pero sí la circunstancia. Majestuosa e indefendible, la ruleta exige un control exacto del cuerpo. Y nadie como Zidane ha acomodado su esqueleto a los vaivenes de la pelota”.

Algún otro movimiento de su inventario amplio, pocas veces realizado en los partidos, es aquel donde arrastra como si fuera un rastrillo el balón con la derecha encadenado de un pequeño toque con la izquierda, o incluso con el mismo pie, y salir en giro. “Yo paro el balón con la derecha, lo hago rodar hacia atrás y salgo pivotando en sentido adverso al juego. Cada vez que la hago algo pasa…” En un jugador de tal creatividad, su muestrario no se limita a “La Roulette Marsellesa”; pero como él dice, no pasa un día de su vida que ésta la deje de practicar. Es como un recuerdo infantil, un hábito irrenunciable…

MAROGAR (Abril 2008)