Apología del fútbol. bonita y práctica, de mi “Equipo Colorao”. 1 de 2.

12.02.2023 01:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

“Es terriblemente triste eso de que el talento dure más que la belleza”. (Oscar Wilde).

           Ya en 2010 escribí “Apología del fútbol”. Porque somos muchos los que disfrutamos, que amamos a este deporte, por encima de todo. Es curioso, cómo las habilidades con un balón son capaces de marcar nuestros estados de ánimo. Me encanta el combate imprevisible de dos equipos, disfruto de la fuerza de la táctica y del frenesí por ganar, tanto de los individuos como de los equipos. Es inenarrable (Tan grande, intenso o extraordinario que no puede ser expresado o descrito) la belleza del fútbol…

           Disfruto tanto de las virguerías con el balón como con el juego inteligente que aporta tácticas y estrategias singulares. Me molesta el espectáculo “amarillista” del fútbol, de la publicidad mundana que no tiene nada que ver con el deporte, me enfadan los lujos de salón del fútbol así como los “fetichismos” absurdos. Porque los contratos voluminosos de unos pocos futbolistas logran equivocar a la masa, ciega a los aficionados y todos acaban en una “marabunta perniciosa” creyendo que esto es el fútbol, que amasar dinero es el fin último de la adoración al vil “Becerro de Oro” generado por esa “industria” del balón.

          Afortunadamente, abunda la gente que juega por jugar, sin más. A mí me encanta el fútbol químicamente puro, sin boato ni estridencias, quizás para ello debamos trasladarnos otra vez a épocas infantiles. Tiempos aquellos donde los equipos se formaban en la calle, en cualquier solar, a cualquier hora y con cualquier balón… Sin árbitro, sin medios, sin porterías, sin tácticas, sin intereses individuales, sin egoísmos personales. Altruismo total. Unos de su padre y otros de su madre.

          Perdura en mi memoria cuando los dos capitanes, los dos líderes, se ponían uno enfrente del otro y contaban pasos. Hasta que uno acababa montando el pie más adelantado sobre el del adelantado del otro… Y comenzaba la elección de compañeros, cada capitán hacía su propio equipo con los deseados y con los excedentes que el otro no había elegido hasta ese momento. Por eso se hacen de cruces, algunos, cómo Lucas Pérez el jugador del Cádiz hasta diciembre de 2022 pudo “comprar su libertad”, con su propio dinero, para fichar por su equipo del alma en enero, Coruña, para jugar en una categoría inferior y por un salario más reducido.

         Siempre recuerdo que aquellos equipos se estructuraban de manera elemental, históricamente se constituían con defensas, medios y delanteros. Eso sí, “El Gordo” (Metafóricamente entendido) de portero. Y además era el “amo” del balón, aquella masa amorfa ni redonda ni ovalada; ni rectangular, ni cuadrada; aquel balón amalgama de caucho de la fábrica de tapones de penicilina donde trabajaba su padre. Los defensores la pegaban adelante y guardaban la posición; los medios sabían manejar el balón y daban pases medidos acompañando al ataque con inusitada solidez para resolver, a veces, con un buen tiro a puerta; y los delanteros eran los más rápidos, los más hábiles, los más ratoneros y oportunistas, con toda la gama de virguerías técnicas con el balón, buscando siempre el gol después de una gambeta ingeniosa al contrario. 

             Las afinidades aparecían enseguida. Aquel fútbol donde los niños jugaban con botas remendadas, con tiras de suela entresacadas de los zapatos viejos tirados en los basureros. Todavía no se conocían los tacos redondos, “argentinos” los llamaban, como tenían aquellas botas que una vez me facilitó a mí “El Tibu”, utillero en la Selección Oeste, y que pertenecían a Ramírez, jugador importante del Valladolid a mitad de los años 60. El balón botaba siempre al lugar más imprevisto donde nadie lo esperaba. Fútbol del bueno, aquellos equipos garantizaban entusiasmo porque todos los niños practicaban el “Todos para uno y uno para todos” al más puro estilo D’Artagnan. Los códigos de conducta eran los apropiados a la edad, nadie se escondía, todos iban a por todas, nadie “se rilaba”… Nos protegíamos unos con otros, las críticas mutuas no aparecían ni en los momentos de mayor tensión.

            Los largueros y los postes eran más o menos imaginarios, los balones altos los calculábamos a ojo y no hacía falta un árbitro porque siempre nos poníamos de acuerdo. Tampoco precisábamos de “moviola” ni tampoco de un comité de disciplina. Pocas faltas se sancionaban, era un "fútbol-fuerza espontáneo por naturaleza donde todos consentíamos. Sabíamos que el fútbol era contacto si alguien no iba de mala fe. “De portería a portería, es una marranería” voceábamos si en los saques de portería se llegaba con el balón de fondo a fondo del campo; también en los saques de esquina teníamos nuestros códigos, “a los tres, penalti”, decíamos, aunque de penalti nunca queríamos ganar… Nuestra ética infantil nos avergonzaba si nos aprovechábamos de algún ventajismo.

            “¡Hemos ganao, hemos ganao, el Equipo Colorao!”. Era la frase pandillera, de barrio, cuando uno de los equipos se retiraba y quería hacer valer su victoria públicamente. Hoy, 11 de febrero, en Marruecos, el Real Madrid ganó el “Mundial de Clubes 2022 – Fifa”, por un resultado de 5-3 contra el equipo Al Hilal de Arabia Saudíta, que días antes había eliminado a su vez al Flamengo brasileño. Es evidente que el fútbol es más bello cuando se gana y en esta ocasión, a pesar de lesiones importantes, el Real supo imponerse por su mayor jerarquía y con un equipo muy estructurado que practica un fútbol bellamente desarrollado, eficiente, mostrando sus excelentes cualidades. Incluso, a veces, jugó con la belleza de un fútbol de salón insuperable, pero dio muchas facilidades defensivas encajando hasta tres goles. Así resultó más interesante, quizás. Hasta hubo que rebatir a alguna emisora de radio que se olvidaba que en la 5ª Copa de Europa el R. Madrid recibió tres goles en contra, ganada finalmente por 7-3. Sin duda, ejerció en esta ocasión de “Equipo Colorao”, con su impecable uniforme blanco…

          11.febrero.2023.