Apología del fútbol, bonita y práctica, de mi “Equipo Colorao”. 2 de 2.

17.02.2023 00:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

“Muchas personas sienten nostalgia pensando que han sido muy felices en su adolescencia, pero probablemente eso sea una ilusión”. (Jo Brand)

           “¡Hemos ganao, hemos ganao, el Equipo Colorao!”. Era la frase pandillera, de barrio, cuando uno de los equipos se retiraba y quería hacer valer su victoria públicamente. Era un fútbol auténtico, el que se recuerda sin intereses ocupando aquellos baldíos. Cuando alguna disputa no se resolvía correctamente o nos enzarzábamos en disputas sin sentido, “El Gordo” cogía el balón y se iba para su casa. El partido finalizaba en ese momento. De ahí que todos supiéramos que había que disputar con lealtad y no entrar en tontas discusiones.

             Aquellos equipos infantiles funcionaban sobre todo por los lazos emocionales, por las lealtades de auténticos amigos de la calle, por la participación de niños responsabilizados hasta para cubrir los defectos de los menos comprometidos. En aquel “Equipo Colorao” los mejores no hacían de menos a los peores, todos se consideraban partícipes de las victorias y sobre todo de las derrotas. La amistad fluía a raudales. Aquellos equipos “autodirigidos” crecían en ambientes de riesgo, pero en entornos difíciles sabían adaptarse. El miedo no existía y, de aparecer, les hacía más fuertes, siempre seguros, porque se agrupaban enseguida como en un arrecife. Con todo, el fútbol era una constante. La razón de ser de aquellas “tertulias” dinámicas.

           Había un compromiso total hacia la misión ideada por cada uno, pero aceptada por todos en bloque, era una explotación al máximo de las capacidades mutuas. No eran ricos de cuna y sabían pelear con medios escasos en todas las competiciones que se mantuvieran. Se conseguía la organización ideal: Cada uno daba lo máximo de sí mismo y todos se aceptaban aportando sus particulares condiciones. ¿Se puede concebir un juego tan bello, íntegro, educador y formativo?

            Esas fuentes de jugadores se han perdido. Solemos hacer apología de un personaje, de una época, de un país. Podemos elogiar situaciones de un partido de fútbol, alabar a unos jugadores, justificar una victoria o una derrota. Pero lo que siempre defenderemos es el fútbol que juegan los niños, sin cortapisas tácticas ni juego predeterminado. El fútbol tiene que volver a sus principios, al menos en lo de ilusionarnos a cambio de nada, aspirando a la máxima diversión, domingo a domingo, para que los aficionados estén orgullosos de sus niños futbolistas.

           A mí me parece que esto es hacer “apología del fútbol” sin recurrir al pasado para “ponerse a llorar” y estancarse en las mismas ideas machaconas de siempre, sino para evolucionar en su espíritu. Así de sencillo… Si todos sabíamos disfrutar de aquel fútbol, ¿Podríamos regresar alguna vez a esos principios? Aquel fútbol era bello por naturaleza y seguimos soñando con él…

             El 15 de febrero jugó el PSG contra Bayern Münich, en París, eliminatoria de “Champions League”. La crónica (Diego Torres, ElPaís) señaló: “El PSG vive instalado en una idea mítica, no demasiado formada, del fútbol como sucesión de heroicidades. Esta versión de las Mil y una Noches no contempla que los grandes clubes europeos crecieron al amparo de la industria más que de la ensoñación. El Bayern, que predica el evangelio de la factoría, se lo sabe de memoria. El club de Kahn, Hoeness y Beckenbauer, anda embarcado en un profundo proceso de reconversión en el que se impone el método sobre cualquier individuo, llámese Lewandowski, vendido, Manuel Neuer, multado, o Thomas Müller, suplente en París. Ahí no hay más leyenda que el juego de combinación, audaz, rápido y fácil, para llegar con el balón al área rival ocupando todos los carriles con hombres agresivos. La búsqueda de la emoción es consecuencia de un largo capítulo de repeticiones en los movimientos colectivos sincronizados. El drama de Julian Nagelsmann, el entrenador, es que, sin centrocampistas que piensen rápido el equipo no acaba de romper. A Mussiala, el brillante mediapunta, le falta un socio que sea al menos igual de lúcido que él. El Bayern vuela, pero nunca traspasa el umbral de la estratosfera”. Es un buen diagnóstico “apológico” comparativo de dos estilos en boga…

         17.Febrero.2023.