Realidades filosóficas del fútbol. 3 de 3.

27.02.2015 21:44 de  MAROGAR .   ver lecturas

“El hombre está condenado a conocer la realidad no directamente sino a través de ese rodeo que son las palabras que lo interpretan. Todas las personas sin excepción poseen por fuerza una interpretación del mundo...” Javier Gomá L. Filósofo).

Antes que el Barça perdiera contra el Málaga, en el Nou Camp, el Real Madrid ganaba en la clasificación de la Liga por un punto de diferencia y, aunque en “Champions League” el equipo ganó sosegadamente al Shalke04 por dos goles a cero, habían comenzado, de nuevo, las dudas históricas para un equipo ganador… A Ancelotti lo entrevistaron en unos términos muy interesantes y apareció el “filósofo” (“Votre coach, 10.12.2014): "Me gusta pensar siempre que incluso después de la noche más negra, a la mañana siguiente sale el sol. Puedes pasar un mal momento pero al final pasa. Cada año hay momentos difíciles, lo importante es quedarse todos juntos. Lo más fácil es buscar culpables, el entrenador, algunos jugadores... pero lo importante es buscar una solución al problema". Por otra parte, Carlo muestra su auténtica grandeza que otros la confunden con “dejadez”: "No soy psicólogo, utilizo mi experiencia, el hecho de haber jugado me ayuda a comprenderles mejor, a entender sus necesidades. Como entrenador tengo mucho poder, porque les puedo decir que entrenarnos mañana a las cinco de la mañana, aunque eso traería una relación de autoridad y no quiero, porque tengo que trabajar con gente que tiene hijos, su propia personalidad... La comunicación me gusta hacerla al mismo nivel, no me gusta estar más alto que los jugadores pero no voy a estar por debajo de ellos. Al mismo nivel sale una comunicación más directa de la que se pueden aprender cosas y mejorar".

De ahí que sea la derrota la mejor situación para descubrir la auténtica personalidad de la gente: "La presión es la gasolina para hacer un trabajo bien y estar motivado. Es una cosa normal para mí. Cuando se habla de presión, estrés y todo esto, tengo que decir que me gusta lo que estoy haciendo, para mí no hay presión que me quite la idea que tengo de mi trabajo, que es el más bonito del mundo. En el trabajo del entrenador te llegan muchas presiones, prensa, club, jugadores... Para un entrenador lo más importante es considerar lo que se puede controlar, que es la presión del club y los jugadores, la de la prensa y la afición no la puedo controlar. Cuando juegas puedes ganar, empatar o perder, nunca puede pasar algo peor".  Incluso se permite reflexionar sobre la experiencia de entrenar a Cristiano o Ibrahimovic: "Es una suerte entrenar a un jugador así, son los mejores. Un jugador de este nivel tiene una profesionalidad increíble y son un ejemplo para todos… Con ellos tienes que hablar lo menos posible y dejarles jugar”. Ya lo leí en su libro “El árbol de Navidad”: "El sistema de juego es importante para poner a los jugadores donde les gusta, cuando empecé a entrenar tenía un sistema y nunca pensé cambiarlo. El primero que me cambió la idea fue Zidane, tuve que adaptar el sistema a Zidane porque era el jugador mas importante. Cuando puse a Pirlo de mediocentro defensivo fue su idea, le gustaba y lo probamos. El club pedía un juego de calidad y le puse ahí, era el director de orquesta".

El ensayista y filósofo Javier Gomá Lanzón escribió sobre filosofía, y yo le he saqué punta para aplicarlo a mi idea del fútbol: “Todo cuanto vemos, oímos, palpamos o saboreamos lo perciben nuestros sentidos mediado por el lenguaje… Hay quien como los deportistas de montaña o los exploradores de los polos, se entrenan voluntariamente en él para superar luego situaciones extremas…” (…) “Podríamos decir, en conclusión, que la filosofía es una actividad intelectual esencialmente no-positivista y no-especializada, aunque, por supuesto, no desdeña los resultados de la ciencia positiva y especializada cuando le convenga a sus fines propios”. Vemos cómo el ambiente futbolístico evoluciona, a lo largo de una temporada, según van surgiendo los acontecimientos asociados a los partidos, a sus resultados, a sus buenos o malos fichajes, según el entendimiento y pausa que los aficionados saben asumir. Porque no veo la misma entereza del público que asiste al Athletic de Bilbao, o Real Sociedad, incluso Atlético de Madrid, que a los socios de un Barcelona o Real Madrid. Son más comprensivos, más maduros deportivamente, más cultos en la aceptación de los avatares de la competición, los primeros que los segundos. De ahí la reflexión: “El lenguaje de unos será más inteligente, refinado y articulado, el de otros más elemental, instintivo y vulgar. Se adivina la importancia trascendental de educar ese lenguaje con el que no sólo nos comunicamos unos con otros en el comercio con la sociedad sino también nos comprendemos y nos hablamos a nosotros mismos en el secreto de la soledad”.

Mientras tanto, los entrenadores siguen presumiendo a toda costa de “mi filosofía”; “mi idea futbolística”; “mi modelo de juego”; “mi metodología”; “mi estilo de dirección”; “mi formación”; “mi liderazgo”; “mi…mi…mi…mi…” etcétera. Y sobre todo cuando ganan. Pero a veces no se concilian los intereses particulares con las necesidades de la Sociedad que los contrata… Como yo digo, la filosofía está ahí para enseñarte caminos, flexibilidades, soluciones prácticas, y si un determinado estilo de hacer (Salvo los conceptos fundamentales del fútbol) no rinde frutos habrá que buscar alternativas positivas que sean eficientes… El escritor y filósofo Augusto Klappenbach, escribió un artículo sobre “Violencia e identidad en el fútbol”, y mientras sintentizo uno se encuentra con estas reflexiones: “… cualquier vida humana tiene que armonizar dimensiones muy distintas, como son los intereses propios y los ajenos, el presente y el futuro, tomar decisiones que nos obligan a optar entre valores incompatibles, renunciar a unas cosas para lograr otras. Resulta mucho más cómodo buscar un lugar que nos asegure un papel determinado en esa obra de teatro, sentirnos arropados dentro de un grupo que haya descubierto una idea fija, simple y eficaz que nos evite el molesto ejercicio de decidir por nosotros mismos… Y el fútbol cumple esa función. Identificar nuestro destino personal con un grupo de creyentes que confían el valor de su identidad al destino de un balón, todo ello sazonado a veces con un simulacro de doctrinas políticas de derechas o de izquierdas, asegura al fanático un sucedáneo de identidad personal que no tiene necesidad de construir por sí mismo. Y además el fútbol cumple sobradamente una condición de toda identidad: la oposición a otras identidades. El hincha de un equipo se define por su oposición a todos los demás equipos, de manera parecida a lo que hace un adolescente cuando busca su personalidad oponiéndose a toda autoridad. De modo que el fútbol es lo de menos: lo que importa al fanático es su regreso a un útero donde se encuentra arropado por quienes le ofrecen una seguridad simple, unívoca, que le evita el trabajo de preocuparse por conciliar los muchos y contradictorios componentes que forman un ser humano… Y un detalle semántico. Se suele llamar “radicales” a los fanáticos. Nada más alejado de la etimología de esta noble palabra. Radical es quien va a la raiz de las cosas, quien no se conforma con lo superficial. Y nada más superficial que un fanático…”

Ahora bien, frente a pancartas, gritos imbéciles, cánticos recurrentes, y otras expresiones no deportivas, los entes oficiales del fútbol se van a convertir en una moderna “inquisición” que acabará “haciendo filosofía” de lo que está bien o de lo que no lo está, el miedo que da es que haya agravios comparativos en función de quién comete la “felonía” correspondiente… Y no es fácil escribir un Reglamento para los aficionados que asisten al fútbol ocupando gradas y gradas…

Salamanca, 27 de febrero de 2015.