"LOS RECOGEPELOTAS"
Singulares figuras del mundo futbolístico que acabarán siendo cotizadas en este mercado global del fútbol. Ahí están, en las bambalinas del partido, jugando la táctica que le fijen en el club. Los hay recogepelotas ofensivos y defensivos; los hay magos del balón (por lo que la esconden), preciosistas, trileros, maestros del retardo, velocistas de la devolución… según convenga para ganar puntos los equipos de casa. Hubo recogepelotas de postín que prestigiaron la profesión como Guardiola, el actual entrenador del F. C. Barcelona; aunque últimamente le ha ganado en notoriedad su propio presidente, Sandro Rosell, que fue también encargado de recoger balones perdidos cuando era muy niño. Es posible que, en el futuro, no se pueda ser presidente de un club de fútbol si antes no se fue recogepelotas de pequeño…
En realidad, los recogepelotas se entrenan para una actividad muy digna y necesaria en el juego del fútbol, donde cada vez se deberían jugar más minutos efectivos de cada partido. Y no al contrario. A medida que el equipo de casa ataca hasta conseguir una diferencia sustancial de goles que le garanticen los puntos, los recogepelotas aparecen en todos los rincones, con la máxima fuerza y presencia. Si, por el contrario, el marcador se pone a favor con una diferencia suficiente, los recogepelotas tienden a desmarcarse, en exceso, y no hay forma de encontrarlos en el campo. Se pierden. Y nadie más que el equipo visitante los echa en falta.
Ya forman parte de la táctica de los equipos, incluso llegan a tener reuniones con los entrenadores principales al objeto de fijar la metodología a seguir en cada partido. Es posible que, algunas veces, se modifiquen las instrucciones generales pero siempre habrá fijadas situaciones excepcionales como la de incorporar un segundo balón para el caso de que el equipo contrario esté a punto de hacer jugada de gol u otras sofisticaciones al uso. El árbitro, en este caso, juega a favor de los recogepelotas. O lo que es lo mismo, favorece al equipo infractor. Tácticamente, los recogepelotas forman parte de la plantilla del equipo de casa, aunque no entren en el bloque de personas con las que hay que distribuir las primas. Ni siquiera conocerán sus nombres, ni los periódicos escribirán sus alineaciones ni sus movimientos tácticos.
Es evidente que los equipos visitantes no pueden desplazar a sus propios recogepelotas, o sea, solo los hay caseros. Y pueden llegar a convertirse en el jugador número 13. Por otra parte, nadie puede darles instrucciones salvo su propio delegado o algún tutor gestionado por el entrenador principal. Algún día, incluso, podrán recibir otro tipo de instrucciones si acaban jugando en el primer equipo… Paradójicamente, no se contempla esta figura en las Reglas ni Reglamentos del juego, en España les han llegado a incorporar en las pólizas de seguro de la Liga Profesional. Todo el mundo admite su presencia, su labor y sus trampas; pero ni el árbitro tiene ascendencia directa sobre su proceder ni tampoco puede imponerles normas disciplinarias. Como máximo, aconsejará que se vayan a la grada. Desde luego los entrenadores confían en este subterfugio táctico, pero solo cuando juegan en su propio estadio. En los demás casos, les gustaría combatirlos o eliminarlos; pero es un factor incontrolable.
Deberían ser un cuerpo de profesionales escogidos al efecto por los Colegios de árbitros. Incluso podrían depender a todos los efectos de la Liga profesional de fútbol, con derechos y obligaciones, con la premisa de ser neutrales en el discurrir del partido, manteniendo la agilidad del juego conforme a las necesidades del cronometraje fijado por los árbitros oficiales. Claro que esto suena a utopía porque los árbitros de un partido, como mínimo, tendrían que desplazarse en autobús al lugar del partido. Y en verdad, ni los árbitros profesionales son gestionados por la Liga por más inaudito que parezca.
El pasado día 29 de agosto jugó el Real Madrid en Mallorca que acabó en empate a cero goles. Como es habitual, los recogepelotas jugaron muy a favor del Mallorca, aunque lo más insólito fue que la mascota del equipo de casa, curiosamente representaba a un demonio, actuó de recogepelotas espontáneo que retuvo el balón más de la cuenta, incluso llegó a forcejear con el jugador Lass del Real Madrid porque no se dejaba quitar el balón y, por tanto, retrasaba el partido interesadamente. Estos detalles no son propios de una de las mejores Ligas de fútbol en Europa.
MAROGAR (Noviembre.2010)