Los menos dotados triunfan en la Liga a su manera. 2 de 2.

18.03.2016 10:32 de MAROGAR .   ver lecturas

Recientemente falleció Umberto Eco, el famoso profesor de semiótica mundialmente conocido por su novela “El nombre de la rosa”. Cuentan que su afición al fútbol era una metáfora. Por supuesto, el fútbol es más que un juego y su sistema de signos codifica las experiencias y les da significados, a distintos niveles. Decía Umberto Eco: “Yo no tengo nada contra el fútbol. No voy a los estadios por la misma razón que no iría a dormir por la noche a los pasos subterráneos de la Estación Central de Milán (o a pasear por Central Park, de Nueva York, pasadas las seis), pero, si se presenta la ocasión, veo un buen partido con interés y placer en la televisión porque aprecio los méritos de este noble deporte. Yo no odio el fútbol. Yo odio a sus fanáticos”. Frente a varias interpretaciones, Eco concretó: “No amo al hincha porque tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras. No es que a él no le importe nada que a mí no me importe nada. Es que no consigue concebir que a alguien no le importe nada. No lo entendería ni siquiera si yo tuviera tres ojos y dos antenas sobre las escamas verdes del occipucio“. Y no le falta razón… Los más patosos aficionados al fútbol suelen ser los que ganan todos los días, mientras que a mí me encantan aquellos que pierden, sistemáticamente, y ahí están apoyando a los suyos, a los “desfavorecidos” de resultados y títulos…

El otro día, en “Champions League”, el Atlético de Madrid intentaba ganar al PSV holandés, los dos equipos jugaron un excelente partido, ida y vuelta, presión en ambas porterías, poca definición. Un partido completo de 90 minutos, una prórroga de otros 30 minutos, y una tanda de penaltis completa no sirvieron para dar un ganador. Al 7º lanzamiento en segunda tanda de penaltis, PSV falló y Atlético marcó. Clasificado el Atlético. Los aficionados en la grada, hasta el último lanzamiento, animaron a los suyos de manera ejemplar… Con el espíritu de un equipo desfavorecido. En otro campo, el Bayern de Münich perdía en su casa por dos goles a cero frente a la Juventus. El público chillón y desagradecido con los suyos. Valdano comentaba en la televisión asegurando que es un sello característico de los equipos grandes. Luego, el Bayern acertó con la puerta y marcó cuatro goles remontando la diferencia encajada. Fue en ese momento cuando se escuchó a los aficionados animar a su equipo, ya no los necesitaban…

Igual de contradictorio que los equipos ganadores son los que manejan con mayor asiduidad las “listas negras” de futbolistas, nuevos fichajes, nuevos “desfichajes”, millones de euros arriba y abajo, comisiones colaterales, luchas fiscales de los agentes con los clubes, etcétera. Los de menos presupuesto, difícilmente se deshacen de sus jugadores a puntapiés, hay menos discriminaciones, son más sensibles con sus “activos” humanos, no comercian tanto con ellos… Cualquier discriminación negativa de personas o profesionales contraviene normas legales, normalmente se actúa inquisitorialmente con una sucesión de juicios injustos, sobre todo en la prensa deportiva, apenas sin profundizar en el fondo de la cuestión. Forma parte de este proceso de “caza de brujas”. Esta práctica es repudiable pero, año tras año, se produce como si fuera un juicio en la plaza pública, como en la Edad Media. Las “listas negras” están vetadas por el Tribunal Supremo incluso aunque los trabajadores fueran conflictivos pero, como los  futbolistas “cobran mucho” se les puede perseguir hasta su expulsión del equipo… Lamentable práctica, además de ilegal, de dudosa profesionalidad. Esa es la ventaja de los equipos menos dotados, hay más respeto por sus jugadores, sus aficionados se conforman con los que sudan la camiseta, con ese pequeño tributo les basta…

Decía el entrenador Juanma Lillo que “El fútbol se ha convertido en un consolador social…” Y cada cual que lo interprete a su gusto. Hubo presidentes de clubes que quisieron dirigir a sus equipos como si fuera otro negocio más. Las grandes empresas se estructuraban con organigramas diseñados a distintos niveles y responsables, manuales de funcionamiento y operativos, jerarquías y dependencias según la verticalidad del dibujo operativo, ejercicio de la autoridad formal. Ahora las empresas más modernas propugnan pocos niveles, cercanía de los mandos con sus colaboradores, horizontalidad en las relaciones, comunicación en los pasillos,  despachos con puertas abiertas a ser posible sin tabiques, horarios flexibles sin relojes de control… A principios de los 80 se puso de moda la “dirección itinerante” que propugnó Tom Peters en su libro “En busca de la excelencia”. Los empresarios capitalistas del fútbol se dieron cuenta que es una empresa singular, es otra cosa, precisa de otra organización y de otra manera de dirigir y gestionar, el sistema de relaciones es muy particular y no se puede manejar con capataces a tralla, un pequeño grupo de aficionados pueden cuestionar la autoridad formal al dueño del capital y no estar de acuerdo con las decisiones del presidente, creando ambientes irrespirables.

Al fútbol no se puede jugar en serie, los caminos hacia la portería contraria no tienen cintas transportadoras, el esfuerzo se puede garantizar pero nunca el triunfo, la confianza o desconfianza aflora según los resultados de los partidos… Los equipos modestos como el Eibar mantienen un equilibrio entre los sueños y las realidades, se enfrentan al concepto de “jugar bien” y acaban demostrando que su juego es válido si ganan y salvan la categoría. Porque, esa es una de las grandes equivocaciones, “jugar bien” y “perder” no son compatibles… Escribía Oscar Sanz (ElPais) que “El Rayo Vallecano, el 17º clasificado de la Liga, es uno de los equipos que mejor juega al fútbol en España”… Y sin poner en duda su estética con un equipo de esta naturaleza, ya he comentado otras veces que si no gana no está jugando bien. Porque Paco Jémez, central de fútbol retirado y ahora entrenador, echa en cara a su equipo que no sabe defender… ¿Y él para que está…? En todo caso, una configuración táctica apropiada a los medios que tiene sería conveniente (Él mismo lo asegura) y la misma responsabilidad que tienen sus hombres la tiene él como ideador de la táctica en el Rayo Vallecano. ¿Su manera de jugar es un triunfo? ¿Su manera de perder le lleva al éxito? Y lo más delicado, ya comentado alguna otra vez, ¿es que Paco Jémez busca su lucimiento personal para encontrar equipos de más campanillas que lo fichen a futuro…?

Quizás Paco Jémez debiera leer la entrevista (Jon Prada en Marca.com) cuando le preguntan a Ranieri y éste contesta: “En Inglaterra el fútbol es muy dinámico, hay mucha batalla y tackles. No podemos tener la posesón porque no tenemos esa calidad para abrir a los equipos que se cierran. Por eso queremos jugar siempre rápido. Somos uno de los equipos que más fallos comete en el pase, pero en uno, dos o tres toques hacemos gol. El Leicester es el club más goleador de la Premier…” Pero antes de competir, Ranieri estudió la plantilla e hizo jugar a varios jugadores en posiciones distintas, adaptándose todos en función del equipo y los objetivos necesarios. Y eso es mucho más fácil en equipos sin figuras…

Salamanca, 18 de marzo de 2016.