¿El fútbol desordenado, caótico, sin pausa, es buen fútbol?

17.04.2019 17:45 de MAROGAR .   ver lecturas

“Sobre todo examinen lo habitual. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante los hechos cotidianos, por favor, no digan: Es natural. En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada… Nunca digan: Es natural, para que todo pueda ser cambiado”. (Bertolt Brecht).

En España, los cánones futbolísticos los siguen ostentando los barcelonistas, jugadores, entrenadores, ex jugadores, ex entrenadores, periodistas, todos predican acerca del fútbol único. Y es ahí donde siempre me reboto. Porque el fútbol que me gusta es una mezcla entre el fútbol competido, veloz, dinámico, más bien rectilíneo, conducido hacia portería contraria, combinado para progresar y no para defender con la posesión, que aporte alguna pausa para oxigenar las ideas y las posiciones se ordenen, por supuesto el balón ordena y desordena, pero el caos del fútbol a veces es muy emocionante por más que a los entrenadores les lleven los demonios.

¿Es que el Éibar no juega bien al fútbol si parece siempre acelerado, intenso, que ataca una y otra vez sin especulaciones vanas, que no renuncia al ataque a pesar de que sabe es la forma de que le ataquen a continuación con menos reservas defensivas?

El balón es el sonajero que atrae a todas las fuerzas, ofensivas y defensivas. Es el que une, el que desune, el que integra, yo no creo en aquello de los equipos que dicen “no querer el balón”. Claro que lo quieren, pero no tienen cualidades para que aquel los acompañe, igual que no tendrán condiciones para aprovechar los errores del contrario.

Si aspiramos a un fútbol más simple, Guardiola debe aliviar su exceso de toque como lo consiguió Luis Enrique, en torno al balón se hará siempre un buen fútbol, pero hay que aprovechar las tenencias de balón para generar más ataques por vías menos complejas, aunque premeditadas…

Se creó el mito de que el Real Madrid jugaba mal porque jugaba precipitado, como un torbellino, para vencer las angustias de un Cristiano que solo era feliz tirando y rematando a la portería contraria. Y, sin embargo, la precisión conseguida a la velocidad de vértigo es una virtud que simplifica todas las teorías del toque pausado.

Siempre se dijo que el fútbol bueno era el practicado al primer toque. Y me acuerdo haber rebatido esa máxima cuando entrenaba a niños y jóvenes aspirantes a profesionales que se sorprendían de esa contradicción pues yo les proponía algún toque más que les facilitara la posesión, o al menos la no pérdida. Jugar al primer toque es perder el balón demasiadas veces si no eres un profesional adelantado. Hasta que un día, en “Fútbol sin trampa”, leí a Menotti que era bueno recibir el balón, amortiguarlo, orientarlo y pasarlo. O sea, tres toques lo ideal…

Y es que en el fútbol hay frases hechas con las que se pretende demostrar que se sabe de fútbol, incluso entrenadores con título. “Ante la duda, la más madura”; “Nunca juegues hacia atrás”; “Nunca le des de puntera”; “Marca pegado al hombre”; “Desmarca hacia delante”; etcétera. A veces la “jerga” también se entrena: “Achica”; “agranda”; “sin mirar”; “estoy”; “de chanfle”; “aprieta”; “mirando balón”; “acelera”; “para”; “ponle cuerpo”, “el delantero olió la sangre”, etcétera. Cada una de estas palabras requiere toda una tesis de porqués…

También es curioso, un partido que acaba en resultado de 4-4 suele ser aplaudido por los espectadores mientras que los entrenadores se avergüenzan de las concesiones, y los periodistas destacan los defectos más que las virtudes. Por el contrario, si el juego acabó en 0-0, pareciera que no hubo combate, acierto, gol, virtudes… Y pudo ser un excelente partido, ideal defensivamente, con múltiples ataques y contraataques, con grandes defensas en jugadas, libres o saques de esquina… Lo peor es empatar a cero, con mucha posesión y muy pocas llegadas al área contraria.

El Real Madrid ganaba en Villarreal por 2-1 y poco antes de que el equipo de casa marcase el segundo gol para empatar el partido a dos tantos, el Real Madrid había combinado una jugada en mitad de campo donde casi todos los futbolistas tocaron el balón casi con 50 toques de equipo. Pero esa manera de controlar el juego, en ese momento, cuando minutos antes habían perdido el balón, no sirvió para enfocar un ataque al equipo contrario y cerrar el partido con un nuevo gol. Por tanto, en el pecado de no querer golear de nuevo llevó la penitencia de perder dos puntos en los últimos minutos.